André Kertész

2 envíos / 0 nuevos
Último envío
André Kertész

 

 

André Kertész

 

 

Considerado un maestro por numerosos fotógrafos, incluyendo a Henri Cartier-Bresson, André Kertész es una de las mayores figuras de la historia de la fotografía, a pesar que su obra se resiste y elude tanto los análisis como los comentarios. Ningún observador ha logrado una mirada tan cándida y ninguna otra obra fotográfica ha conseguido plasmar sentimientos tan claros como los transmitidos por sus fotos.

Autodidacta, Kertész siempre se mantuvo fiel a su principio motor: «Hago lo que siento». Aunque flirteó con diversos movimientos, como el surrealismo, el constructivismo y el humanismo (en realidad, adelantándose a menudo a sus promotores), su compromiso fotográfico no puede encasillarse en ningún proyecto puramente estético, social o ético. Kertész siempre situó su punto de vista por encima de cualquier otra cosa y nunca estuvo dispuesto a sacrificarlo, ni por satisfacer a un cliente, como tampoco por seguir los dictámenes de la moda. Discreto, pero lúcido, su visión resulta definitivamente natural.

Fotografías, en apariencia, sencillas, se apoyan en una rigurosa composición, en una calculada calidad, tanto técnica como estética, que dejan a la luz las grandes dotes de observador de André Kertész. Un olfato único para percibir aquello que el ojo solo ve.

Fotografías que denotan una extremada paciencia, para que todo esté en su sitio. Es ese instante decisivo, en el que todo está perfectamente organizado, y que posteriormente utilizara Cartier-Bresson, pero que en André Kertész rezuma calidad e intimidad, sin llegar nunca a ese punto en el que un exceso de belleza haga olvidar la imagen y no se perciba la emoción del momento.

 

     

        

 

Fotografías de instantes, que hasta entonces habían pasado inadvertidos, ven ahora la luz con una honestidad, con una mirada auténtica y nueva que muestra un mundo cotidiano en el que se atisba la vida.

Fotografías bucólicas de una gran carga poética, llenas de ternura e ironía.

Fotografías que a pesar de todo ello, decía Kertész, solo hacía por pura satisfacción personal.

 

   

 

 

 

Hungría

Nace en Budapest el 2 de Julio de 1894, cuando tiene sólo ocho años cuando muere su padre. Desde que un día encontró, siendo un adolescente, un manual de fotografía en el desván de su casa, André Kertész supo que se dedicaría en cuerpo y alma a este arte, pero no es hasta 1912, cuando tras graduarse en la Academia de Comercio, comienza a trabajar en la Bolsa. Este trabajo no le interesaba en lo más mínimo pero le permitió comprar su primera cámara (ICA 4.5x6). En sus periodos de descanso Kertész tomaba imágenes de sus vecinos y de los paisajes que le rodeaban. Las imágenes que veía en las revistas que llegaban a sus manos le inspiraban para seguir aprendiendo. Su primera fotografía conocida data de 1912; titulada Jeune homme endormi (‘Joven adormecido’).

Sirve en el ejercito Austro-Hungaro en los Balcanes, donde resulta herido de bala en un brazo y retirado de la línea de fuego en 1915, se dedica a retratar la vida cotidiana de los soldados del ejército austrohúngaro, el tiempo muerto pasado en las trincheras y las largas marchas de campaña. Fotografía a sus camaradas de guerra, pero muchas de esas fotos se pierden durante la revolución Húngara de 1918. Este hecho le hizo volver a su empleo en la Bolsa. Sin embargo, conservó este trabajo durante poco tiempo, pues en 1922 la Sociedad Húngara de Fotografía le concedió el diploma de honor. A partir de ese momento no abandonó ya el que sería su gran oficio, la fotografía.

 

     

 

Francia

Kertész quiere convertirse en fotógrafo y su sueño se hace realidad cuando emigra a Francia, lleno de esperanzas y de determinación.

Llega a París en 1925 y se establece en el barrio de Montparnasse donde se mezcla con artistas y escritores (Mondrian, Chagall, Zadkine, Foujita, Colette, etc.) y comienza a fotografiar a sus amigos húngaros, los estudios de diversos artistas, así como escenas callejeras. No tarda mucho en darse a conocer y en 1927 su obra se expone en la galería Au Sacre du Printemps.

En 1934 se publica Paris vu par André Kertész, acompañado de un texto escrito por Pierre Mac Orlan, y es también en París donde Kertész realiza sus obras maestras: La Danseuse burlesque (La bailarina satírica), de 1926, Chez Mondrian (En casa de Mondrian) de 1926 y Les Mains et les lunettes de Paul Arma (Manos de Paul Arma) de 1928. A partir de 1928, Kertész comienza a usar su Leica, y hasta 1935 es uno de los principales fotógrafos de la revista Vu

.

    

 

Trabaja independientemente para revistas francesas, alemanas y británicas.

La cámara en miniatura no sólo resultó ser de gran utilidad a los fotoperiodistas, sino que también abrió nuevas posibilidades estéticas. La facilidad en el manejo permitió que el fotógrafo buscara ángulos poco habituales y registrara episodios de la vida cotidiana. Ya en 1915, André Kertész realizó fotografías sensibles y sin poses con personas vistas en sus ambientes naturales. Pero, hacia 1926, su visión se hizo más arquitectónica, y aprendió a tomar el instante fugaz e irrepetible en la línea bressoniana. Fue el gran maestro de otro grande, Brassaï, quien aprendió de él la técnica que utilizó con tanta elocuencia para fotografiar París de noche, cualquiera que fuera la luz que encontrara. El húngaro se preocupó por los mismos problemas que Moholy-Nagy, también húngaro, al hacer retroceder los límites del documento y utilizar perspectivas aéreas, formas estructuradas en diagonal y luces difíciles.

 

 

 

Nunca teorizó sobre su trabajo; se limitó a hacer fotografías por placer, para venderlas y exponerlas. Su primera exposición individual tuvo lugar en 1927, en una pequeña galería de Montparnasse: “Le Sacre du Printemps”. Un año después expuso con otros artistas en el primer Salón de los Independientes de la Fotografía, que incluyó también una retrospectiva de la obra de Nadar y de Atget. Kertész presentó su obra “La fourchette” para la indignación de otros artistas que criticaban la simplicidad de la imagen: “Cualquiera puede sacar una fotografía de un tenedor y un plato”. Sin embargo, la Revue hebdomadaire consideró esta imagen como la única de toda la exposición puramente artística. Y es que la fotografía posee toda la belleza de la austeridad: un encuadre cuidadosamente compuesto que muestra con precisión la curvatura de las puntas y las líneas perfiladas del mango con asombrosa cualidad estética. Sea como fuere, lo cierto es que “La fourchette” a partir de este momento llevó una doble vida entre el arte y el comercio, al servir como ilustración para la publicidad de una marca de cubiertos.

 

Fue también en París, hacia 1933, donde Kertész inició su serie de “Distorsiones”. Trabajando con su Leica, fotografiaba el reflejo de los sujetos en un espejo deformante poniendo de manifiesto como toda fotografía está constituida en realidad por la suma de una multitud de señales visuales, una forma que se lee por fragmentos gracias a los detalles significantes y no en su unidad global. Esta serie reveló las tensiones y las desigualdades propias de la representación fotográfica y la importancia de la elección del artista. De este modo llamó la atención sobre la posibilidad de que la fotografía más pura pudiera conllevar toda la esencia de la subjetividad.

 

   

 

Nueva York

 

 

En 1936, Kertész y su mujer Elisabeth (con la que se ha casado en 1933) se mudan a Nueva York para cumplir con el compromiso adquirido con la agencia Keystone. Pero Kertész no logra imponerse como uno de los principales representantes de la fotografía de vanguardia en Estados Unidos. En 1944 adopta la nacionalidad estadounidense.

La Segunda Guerra Mundial llevó a Kertész a abandonar su trabajo durante unos años ya que los húngaros fueron declarados enemigos de la patria en EEUU. Se sintió rechazado allí donde iba ya que sus fotografías no eran lo suficientemente valoradas ni se incluían entre las recopilaciones de galerías y publicaciones.

En 1949 firma un contrato de exclusividad con la editorial Condé Nast. Pero se siente incomprendido y su talento malgastado, por lo que decide poner fin a su carrera profesional en 1962.

 

Reconocimiento internacional

En la década de los sesenta, y tras recuperarse de una grave enfermedad, decidió trabajar como fotógrafo independiente. Recibió el título de Doctor Honoris Causa del Royal College of Art y la Legión de Honor francesa. En la década de los setenta, la obra de Kertész fue una de las más cotizadas en Europa y Estados Unidos, 500 dólares costaba una fotografía suya, paradójico si se tiene en cuenta que no hacía cincuenta años del momento en que un joven húngaro se instalaba en París vendiendo fotos a 25 miserables francos.

En 1963, Kertész recupera los negativos de sus periodos húngaro y francés, que había dejado en París en 1936. Tras presentar su obra en la Biblioteca Nacional francesa, en 1964 el Museo de Arte Moderno de Nueva York realiza una exposición de la misma.

Trabaja como freelance para revistas como Vogue, Harper's Bazaar y Look pero su trabajo no se da a conocer hasta 1964 año en el que realiza una exposición individual en el MOMA.

A partir de entonces su trabajo es expuesto en los principales museos y acaba reconociendosele su influencia en el fotoperiodismo y la fotografía artística.

En los años sesenta se siente atraído por los edificios de la ciudad, creando unas imágenes abstractas, tomadas desde su casa, en una planta 12, donde se dominaba Washington Square, relegando a un segundo plano el papel de la gente.

 

            

   

 

En todo el mundo comienzan a organizarse homenajes en torno a este artista, desde exposiciones en Tokio, hasta Estocolmo, Budapest, Londres, París y Helsinki… En 1975 es el invitado de honor en los Encuentros Internacionales de Fotografía de Arles. Se publican numerosos libros dedicados a su obra, así como varias importantes monografías: Hungarian Memories (1982), Of Paris and New York (1985) y André Kertész, ma France (1990). En 1984 Kertész dona su colección completa de negativos y de documentos personales al Estado francés (al Ministerio de Cultura).

Nunca deja de hacer fotos y sus últimas imágenes, "Desde mi ventana", realizadas con una cámara Polaroid, revelan que no había perdido la curiosidad ni la capacidad de observación.

Fallece en su casa de Nueva York, el 28 de septiembre de 1985.

En la actualidad es uno de los fotógrafos más influyentes de su época. Tras su muerte obtuvo todos los reconocimientos que no consiguió en vida.

Muchas de sus fotografías se encuentran entre las más valiosas del siglo XX. Éstas muestran la vida tal y como él las concebía, tranquilas y nostálgicas. Su juego con la luz fue considerado arte años más tarde. Hoy en día es catalogado como el padre del periodismo fotográfico.

 

 

Andre Kertesz y su frustración por no reconocerle su obra fotográfica en vida

 


 

A cada fotógrafo, como a cada artista en general, se le reconoce por algún hecho en su trabajo o en su vida. Es una forma de hablar de él acotándolo a un hecho singular en su existencia. En el caso de Andre Kertesz se suele comentar que vivió buscando un reconocimiento profesional que no obtuvo, al menos antes de su muerte.

¿Los críticos estaban equivocados? ¿El público estaba equivocado? ¿No miraban su fotografía como la podemos observar ahora? ¿Como la podían admirar años después de que dejase este mundo? Sea lo que fuese, su obra ha calado en el público actual. De hecho hoy os hablo de él porque llegó a mis manos uno de esos típicos artículos de “las mejores fotografías que atienden a estar en el lugar adecuado en el momento preciso” o algo así, las cuales me recordaron a su trabajo.

Mucha de su fotografía tiene que ver con esa captación de instantes en los momentos precisos. También con las formas inventadas, retorcidas, aumentadas. Con las sombras colocadas en el lugar adecuado. Con las líneas de los escenarios perfectamente armónicas. Con la diferencia que existe entre alguien que coge la cámara para retratar recuerdos y él. Estamos hablando de fotografía en mayúsculas. Estamos hablando de arte.

Cada una de sus fotografías es totalmente intencionada. No hay recodos para el azar, aunque cómo nos explica en el vídeo, algunas veces le ayudó. Cuando el espectador observa su obra, queda transportado a otra dimensión. A la dimensión del todo ordenado. De cada elemento en su lugar. No hay peros. Su trabajo se disfruta y se siente como una meta a seguir en esta profesión o, en este hobby.

“…Yo escribo con luz”

Esta frase de Andre Kertesz habla del trabajo de un fotógrafo. Escribir con luz. Con todo lo que ello conlleva. La poesía que esconde. La idea de creación. La importancia del autor sobre la cámara. Cuatro palabras que nos vienen a poner de manifiesto el papel del fotógrafo en la historia del arte.

 

   

   

   

 

 

 

Fuentes:

http://graffica.info/andre-kertesz-el-doble-de-una-vida/

http://www.elangelcaido.org/fotografos/kertesz/kertesz.html  Fernando del Río Ojuel

http://www.xatakafoto.com/fotografos/andre-kertesz-y-su-frustracion-por-no-reconocerle-su-obra-fotografica-en-vida

http://www.fotonostra.com/biografias/andrekertesz.htm

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=kertesz-andre

http://elpais.com/elpais/2015/01/23/album/1422036678_178750.html#1422036678_178750_1422039815

 

Vídeos:

 

https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=WI8-vApJHLY

https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=Olc_QLDPUeU

Una vez más, gracias por este reportaje que nos enseña fotografía....