Lewis Hine

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Lewis Hine

 

 

Lewis Hine, en el inicio de la fotografía comprometida

 

 

 

 

Lewis Wickes Hine nació en 1874 en Oshkosh (Wisconsin). A los 16 años dejó sus estudios para trabajar y ayudar a su madre que recientemente había enviudado. En 1898 se matriculó en la universidad de Chicago, donde conoció a activistas de los movimientos reformistas sociales, por entonces en pleno auge por todo el país.

De regreso a su pueblo natal dio clases de Ciencias Naturales en la escuela Oshkosh Normal, donde conoció a Frank Manny, director de la Ethical Culture School de Nueva York, quien le animó a sacar el título de maestro y posteriormente le ofreció un puesto de profesor. Enseñaba Geografía y Ciencias Naturales cuando, en 1904, Manny pone en sus manos su primera cámara fotográfica con el objeto de documentar las actividades de la escuela. Con una sencilla cámara de fuelle de 13 x 18 cm, montada en un trípode inestable y un flash de magnesio, Hine emprende un año de expediciones fotográficas a Ellis Island (Nueva York), con el fin de hacer retratos de inmigrantes recién llegados que sirvieran de inspiración a sus alumnos. Será a partir de este momento cuando Hine decida dedicarse plenamente a la fotografía.

 

Partidario de una pedagogía activa, hace uso de la fotografía para registrar la vida de la ciudad y sus gentes; tal material será objeto posterior de trabajo en el aula, donde las imágenes se convierten en objeto de análisis y de reflexión. Acompañado de sus alumnos, entre los que se encuentra Paul Strand , visitará alguno de centros de difusión de la fotografía en la ciudad.

 

Su continua preocupación por los menos favorecidos, en un momento en el que el hambre, las epidemias y la criminalidad crecían con la avalancha diaria de miles de recién llegados, hizo que frecuentara cada vez más Ellis Island para conocer de primera mano un fenómeno que estaba causando un fuerte impacto en la sociedad de la época: la inmigración. Lo que allí ve le interesa sobremanera y pacientemente lo registra dando lugar a una serie de fotografías que forman parte del universo cultural y simbólico de un país. Desde 1904, y hasta 1909, Hine registró la llegada de inmigrantes, las insalubres viviendas donde se hacinaban y sus trabajos en fábricas y tiendas. Su interés por trasmitir historias individuales y su interacción con el modelo, respondiendo a su mirada respetuosa y amigable, constituye un aspecto clave de la fuerza de sus fotografías, que perdura hasta sus últimos proyectos. Tal es el caso de Judía en la Isla de Ellis (1905), donde la toma frontal y a la altura, en la que las miradas se cruzan refuerzan la conexión y el respeto mutuo.

 

 

 

 

Consciente de las posibilidades que ofrece la fotografía, abandona la enseñanza y entra a formar parte de un equipo de investigación que estudia las condiciones de vida de los trabajadores de Pittburgh, uno de los principales centros industriales del país. En The Pittburgh Survey la imagen fotográfica se utilizará por vez primera como una herramienta que contribuye a documentar la realidad.

 

De todas las situaciones sociales degradantes que observa, la que más indigna a Lewis Hine es la de los niños condenados al trabajo. Presa fácil de un sistema basado en el lucro, y sin protección social alguna, deambulan por las ciudades como vendedores de periódicos, recaderos, limpiabotas…, recolectan algodón o patatas en el campo, y cumplen largas jornadas en fundiciones, talleres, fábricas y minas. Así que acepta formar parte del National Child Labor Committee , organización en la que trabajará entre 1907 y 1917 desarrollando una incesante actividad como fotógrafo, articulista y conferenciante. Su labor se traducirá en la toma de más de 5.000 fotografías que aparecerán en infinidad de artículos, carteles, panfletos, revistas, libros y exposiciones itinerantes.

 

 

 

 

 

Más adelante describiría ese cambio como una oportunidad para concentrarse en “el lado visual de la educación publica”. Su frase: “Si yo pudiera contar la historia con palabras, no tendría que ir cargado de una cámara”, deja fuera de duda que para él sus imágenes eran un medio para la comunicación de la información. Una nueva visión que marcaría un referente en el desarrollo de la fotografía social, anticipándose un cuarto de siglo a los fotógrafos de la Farm Security Administration que mostraron, con fines evidentemente propagandísticos, las duras condiciones en que vivía gran parte de la población rural norteamericana, especialmente al sur del país.

 

“Mis primeros viajes por Virginia, las Carolinas y Georgia, llamaron la atención de la opinión pública acerca de los horrores derivados del empleo de los niños como mano de obra, y mis fotografías constituyeron la base de las campañas propagandísticas que siguieron durante años”.

 

 

 

    

 

 

Como si se tratara de los personajes de Mark Twain en Las aventuras de Huckleberry Finn, los niños fotografiados por Hine trascienden el papel de víctimas. Pese a su enorme patetismo, las fotografías muestran a chicos y chicas, a niños, dotados de una gran dignidad pese a sus condiciones extremas de existencia. Junto a las imágenes, anotaba cuidadosamente la altura, la edad y la historia laboral de cada uno de ellos, lo que le permitió, con el paso de los años realizar un trabajo comparativo. La idea dominante de todo el trabajo era acercarse a la realidad sin ambigüedad alguna. De modo que elige distintos planos según lo que pretende comunicar. Planos abiertos cuando quiere contextualizar la situación, planos medios para recoger conjuntos de personas y planos cortos para fotos individuales. Fotos frontales que captan la expresión del rostro y la mirada. Y a la misma altura. Tómese en cuenta que hacer fotos frontales con el sujeto o sujetos mirando a la cámara era motivo de rechazo en los ambientes artísticos.

 

 

  

 

 

Durante sus tres primeros años como fotógrafo oficial del NCLC, Hine documentó el trabajo de los niños en campos, minas y fábricas, recolectando algodón, vendiendo periódicos o ayudando a sus familias a pelar nueces.. Sus fotografías de niños trabajadores causaron sensación y se publicaron en folletos del NCLC y en revistas populares como Everybody’s y The Survey. En la imagen titulada por el propio Hine, Niño que perdió un brazo manejando una sierra en una fábrica de cajas (1909), vemos como su relación con los niños, la iluminación y el encuadre, hacen que sus imágenes informen a la vez que conmueven, poniendo ante la opinión pública las condiciones del empleo infantil.

 

 

 

   

 

 

 

 

Tras la I GM Lewis Hine parte hacia Europa contratado por la Cruz Roja americana para fotografiar el infierno de la posguerra. Recorre Francia, Bélgica, Italia y los Balcanes ilustrando las consecuencias de la guerra: desolación, destrucción, ruinas, refugiados, hambre… El rostro de la barbarie. Estas fotografías, como todas las que había hecho, tienen el mismo y único principio: despertar una toma de conciencia. Por primera vez, su cámara recogía testimonios de los movimientos poblacionales de desplazados de guerra, y facilitaba a la Cruz Roja la concesión de ayudas económicas que la organización llevaba mucho tiempo reclamando sin éxito.

 

 

 

  

 

 

 

De vuelta a Nueva York en 1919, Hine se centró de nuevo en el mundo laboral, pero esta vez para tratar de mostrar la dignidad que el trabajo confiere al ser humano. Visita las fábricas para fotografiar a los trabajadores en su labor cotidiana y, entre 1930-1931, elaboró el reportaje sobre la construcción del Empire State. Ahora sus imágenes celebraban los oficios tradicionales y el carácter del artesano en el ámbito industrial. En muchas se aprecia una nueva atención hacia las cualidades formales que se evidencia en la que quizá sea la imagen más conocida de Hine: Mecánico de una central, tomada en 1920. Aquí el trabajador, colocado simbólicamente en su centro, aparece como el corazón y el alma esencial de la máquina.

 

 

 

 

 

De las miles de fotografías tomadas Lewis Hine selecciona unas cincuenta y publica el que será su único libro Men at Work subtitulado Photographic Studies of Modern Men and Machines, un auténtico manifiesto de exaltación del hombre y la maquina. La obra se inicia con un breve texto que es toda una declaración de principios:

 

 

 

  

 

 

“Las ciudades no se construyen a sí mismas, las máquinas no pueden hacer máquinas, a menos que tras ellas esté el cerebro y el sudor de los hombres. Llamamos a nuestra época la era de las máquinas. Pero cuantas más máquinas utilizamos, más necesitamos hombres de verdad para hacerlas y dirigirlas.

 

 

         

 

 

He trabajado en muchas fábricas y conocido a miles de obreros. Aquí les presento algunos; muchos son unos héroes, y todos son personas que es un privilegio conocer. Les llevaré al corazón de la industria moderna, allí donde se construyen las máquinas y los rascacielos, donde el espíritu de los hombres se incorpora a los motores, aviones y dinamos de los que depende la vida y la felicidad de millones de nosotros.

 

De esta manera, cuanto más sepan Vds. De las máquinas modernas, tanto más podrán también respetar a los hombres que las construyen y las manejan”

(L. Hine, 1932)

 

 

 

   

 

 

 

 

A finales de la década de 1930, tanto el mundo de la reforma social como el de la fotografía habían cambiado. Hine encontraba cada vez menos oportunidades de empleo y, a pesar de su éxito temprano, pasó los últimos años de su vida dependiendo de la beneficencia y desestimado como anticuado o difícil por las mismas entidades reformistas que en otro tiempo le admiraban. Al mismo tiempo, artistas e historiadores del arte como Berenice Abbott y Beaumont Newhall empezaban a promover un nuevo estilo moderno del arte fotográfico que reconocía en Hine al antepasado espiritual de oger Evans y Charles Sheeler.

 

 

Su legado fotográfico fue ofrecido al Museum of Modern Art de Nueva York, que lo rechazó. Lo rescató la Photo League, importante agrupación de fotógrafos comprometidos con la transformación social y política. Ésta tenía muchos puntos de coincidencia con Hine, entre ellos la fe compartida en el poder de la fotografía como motor del cambio social. Muerto Hine, la Photo League trató de mantener viva su obra a través de folletos, conferencias y publicaciones, pero su disolución, por razones de índole políticas, hizo que el archivo Hine fuera transferido, en 1955, a la George Eastman House, que entonces dirigía Beaumont Newhall. Hoy la colección se compone de 7.000 positivos y más de 4.000 negativos, junto documentos personales, folletos, catálogos y revistas. Recientemente se ha adquirido más material, tanto fotografías como impresos, de una sobrina nieta de Hine.

 

 

Uno de los más grandes fotógrafos que haya producido América y, entre ellos, el que mejor ha denunciado la injusticia y la miseria, tendrá dificultades para continuar su trabajo en los años finales de su vida. La nueva fotografía social se hace en los años 30 a partir de la agencia gubernamental Farm Security Administration y que contará entre sus filas con ogera Lange o oger Evans, pero no con Lewis Hine. El director de la Agencia le considera un fotógrafo anticuado y rechaza su contratación pese al interés mostrado por Hine y a las dificultades económicas que atraviesa. Sin trabajo, sin dinero, intenta vender sus fotografías en museos que desean tenerlas en sus colecciones pero que se niegan a pagar precio alguno por ellas. A la fotografía le falta aún el reconocimiento que alcanzará años después y al que contribuiría de manera muy destacada.

 

 

Lewis Hine muere en la miseria un 3 de noviembre de 1940 con muy escasos reconocimientos. Solamente los jóvenes de la Photo League le rinden tributo y organizan una exposición retrospectiva en el Riverside Museum de Nueva oge el año anterior a su muerte. La Photo League recibió los archivos del fotógrafo y desarrolló una importante labor de conservación y divulgación publicando folletos, carpetas y dando conferencias. Tras su disolución los archivos de Lewis Hine se transfirieron, en 1955, a la George Eastman House convirtiéndose en el principal centro documental de su obra, con más de siete mil positivos y cuatro mil negativos e innumerables publicaciones, carta personales, notas y artículos.

 

 

 

Lewis Hine: La fotografía, una poderosa herramienta que escribe con luz

 

 

 

 

Lewis Wickes Hine (1874-1940) ostenta el privilegio de ser uno de los artífices de la fotografía documental en un periodo en que esta corriente fotográfica carecía aún de denominación propia. En un contexto en que la fotografía pugna por el reconocimiento en el mundo del arte, y donde los fotógrafos están más preocupados por la estética que por la ética , Lewis Hine tiene el acierto de vislumbrar la trascendencia social del trabajo fotográfico e inaugura una tradición humanística y democrática que tendrá en el futuro notables continuadores.

 

“Considerando la fotografía el lenguaje de todas las nacionalidades y de todas las edades” reclama para la misma la capacidad de poner al alcance del gran público los afanes de hombres, mujeres y niños sometidos a unas condiciones de vida y trabajo deplorables. En 1909 escribe:

 

“Los mayores peligros a que está sometida la sociedad son la oscuridad y la ignorancia” se requiere “¡Luz, luz a raudales! Por consiguiente, el lema del trabajador social es “Hágase la luz”. Y en la actividad por iluminar la realidad nosotros tenemos una poderosa herramienta que escribe con luz: la fotografía”.

 

A ello dedicaría toda su vida reconociéndosele un papel protagonista en la inclusión de la gente común y sus afanes bajo una óptica positiva, aportando sobriedad, modestia, delicadeza, fuerza y belleza. Su obra es, sin lugar a dudas, un digno alegato contra la injusticia.

 

 

Un recorrido por su obra

 

La isla de Ellis: las imágenes de la inmigración

 

 

En los primeros años del siglo XX Nueva oge es el centro de atracción y llegada de millones de europeos. Las autoridades habían instalado en la isla de Ellis, frente Battery Park, en ogeran, un centro de recepción y selección de emigrantes. Es allí donde Lewis Hine da sus primeros pasos como fotógrafo social interesándose por un fenómeno que conoce de primera mano ya que muchos de sus alumnos y alumnas han vivido en carne propia la experiencia. Atraído por aquella vorágine de gentes de innumerables procedencias, decide registrarla fotográficamente; una manera práctica de rechazar la fiebre xenófoba que se había desatado en determinados sectores de la ciudad alarmados por la llegada masiva de extranjeros.

 

 

 

 

 

Tendrá que superar para ello dos tipos de dificultades. Por un lado, el consentimiento de las personas que desea fotografiar y, por otro, que el pesado aparataje fotográfico que porta, y, dicho sea de paso, le agota en los trayectos por la ciudad, funcione adecuadamente y en el momento oportuno.

 

Comunicándose con los inmigrantes mediante gestos, ya que con frecuencia desconoce su idioma, Hine solicita su conformidad para tomar las fotografías. Una vez logrado que alguien pose, tiene que resolver un segundo problema: hacer la foto. Tomar una fotografía en los inicios del siglo XX no es un asunto sencillo. Cada toma es un reto. Implica acometer un conjunto de pasos previos: colocar la cámara en su trípode y disponer la placa que registrará la foto en el chasis. Elegir la lente. Enfocar. Determinar la apertura del diafragma para seleccionar la luz adecuada. Fijar la velocidad del disparo. Y la acción se acompaña con frecuencia de un flash cuya explosión tiene que coincidir con el disparo y corregir la escasa luz que ilumina la escena.

 

 

 

 

E irá tomando fotografías de quienes dan sus primeros pasos en el país tras albergar el sueño de una nueva vida, superar los abismos del océano y sortear las pruebas médicas y psicológicas que efectúan las autoridades aduaneras. Se fija en individuos solos, esperando en enormes habitaciones vacías; en otros momentos en grupos familiares cuyas escasas pertenencias aparecen reunidas a sus pies; o en el deambular de los inmigrantes por las instalaciones aduaneras, entrando en la estación, moviéndose en su espacio, buscando sus equipajes, siendo interrogados por los funcionarios o asistidos por intérpretes y trabajadores sociales.

 

 

Las imágenes que allí realiza muestran un humanismo sin afectación: fotografía a un pueblo desheredado que se entrega, indefenso, a lo desconocido. Lewis Hine nos convierte en testigos de su llegada y espera, de su agotamiento, de las ropas arrugadas y con frecuencia sucias, de las caras de los hombres mal afeitados, de los niños que lloran o, alegres, juegan en el suelo, de las mujeres cargadas con fardos, ataviadas con pañuelos de todo tipo… Desafiando la imagen dominante en la prensa de la época que muestra fotografías del inmigrante como una masa de seres informes, Hine acerca su cámara a cuatro o cinco pasos del sujeto revelando al espectador lo que se oculta tras la abstracción que denominamos inmigrante. Muestra seres humanos dotados de la misma dignidad que quienes las observarán posteriormente.

 

 

Y lo hace mediante fotos frontales, con personas posando, fotos directas sin identificación nominal, señalando simplemente su grupo nacional de procedencia. Los individuos solos miran a la cámara con expresión divertida, o cansada, o temerosa o simplemente tímida. Sobrios retratos tomados a esa altura en que las miradas se cruzan y destilan confianza, respeto, complicidad… Los grupos familiares muestran tanto un sentimiento de derrota como de esperanza. Las diferencias culturales se subrayan sutilmente por medio de la presentación de una bufanda o el corte de los trajes, en los pañuelos y sombreros con que cubren sus cabezas, en su calzado, en los bultos con que cargan sus escasas pertenencias. En expresiones que comprometen más que intimidan.

 

 

 

   

 

 

Las fotos de Hine, trascienden su carácter de documento de época o expresión de un momento. Son una radical toma de partido. La intensa emoción que revelan es un signo de compromiso. Convierte a aquellas personas sobre las que se cierne el rechazo xenófobo en seres de carne y hueso, cercanos. Expresiones todas ellas que son una invitación al contacto humano, a la comunicación, a la acción.

 

 

Privilegia las historias individuales desafiando las generalizaciones del tipo “el problema de la inmigración”. Un giro notable de perspectiva si tomamos en cuenta la tradición establecida por Jacob Riis con sus fotografías de inmigrantes en Manhattan´s oger East Side a finales del siglo XIX. Su pretensión no es conmocionar a la audiencia, ni atemorizarla, ni indignarla. Su deseo es mostrar a la gente de la manera más detallada y objetiva posible. La fotografía social es para él un proceso educativo; una foto era una pieza de evidencia, una grabación de la injusticia social y, a la vez, de seres humanos con capacidad para sobrevivir decorosamente.

 

 

  

 

 

Más que ningún otro en su generación, Hine establece un estilo que permite acceder a la realidad social y comprenderla. Proporciona el modelo en el que se basará el trabajo de la Farm Security Administration en los años 30. Sus fotografías, cargadas de una gran intensidad emocional son utilizadas aún hoy en día como iconos del carácter multicultural de Estados Unidos. Como señala una de sus biógrafas “sus imágenes se han colocado en una especie de repisa nacional subliminal y han pasado a formar parte de la conciencia nacional” (Gutman, 1967:50).

 

 

    

 

 

Elizabeth McCausland, activista de la Photo League, responsable de la exposición retrospectiva sobre Lewis Hine en el Riverside Museum y principal artífice de la atención que finalmente los historiadores del arte dispensaron a Hine enjuicia su obra en 1938:

 

“Independientemente de que se tomaran en nombre del arte o del progreso social, las fotografías de Hine son obras de arte en el sentido importante de que perduran y hablarán a los tiempos futuros. No todas son buenas técnicamente, y algunas están teñidas del humanitarismo de comienzos del siglo XX. Pero tiene una gran virtud: están vivas, palpitan de emociones cálidas y generosas…”.

 

Susan Sontag (2003) mantiene que las fotografías pueden denunciar o alterar una conducta si conmocionan al observador. Se trata de la característica más sobresaliente de las imágenes de Lewis Hine: la fuerza con la que comunicó lo que había que corregir en la sociedad de su época la unió admirablemente a su deseo de mostrar lo que había que apreciar.

 

 

 

 

 

Fuentes:

 

http://www.fotografodigital.com/exposiciones/lewis-hine-en-el-inicio-de-la-fotografia-comprometida/

 

http://mugak.eu/revista-mugak/no-59/lewis-hine-la-fotografia-una-poderosa-herramienta-que-escribe-con-luz

 

http://nicolamariani.es/2012/04/24/la-fotografia-social-de-lewis-hine/

 

 

 

Para saber más

 

http://www.exposicionesmapfrearte.com/lewishine/

 

Hine, Lewis (1932). Men at Work: Photographic Studies of Modern Men and Machine. New York: McMillan.

 

Hine, Lewis (2011). Lewis Hine Exposición. Catálogo. Comisaria Alison Nordström. Madrid: TF Artes Gráficas.

 

Kaplan, Daile (1988). Lewis Hine in Europe. The lost photographs. New York: Abbeville Press Publishers.

 

 

 

Vídeos:

http://www.youtube.com/watch?v=YPw4jTDKYbg#t=39

 

http://www.youtube.com/watch?v=z5n3AYW36As

 

https://www.youtube.com/watch?v=HN349AptQJE

 

Magnífico trabajo de recopilación.

Muchas gracias.

Una recopilación de lujo. Muy buen trabajo.

Unas fotos fantásticas.

Documento muy completo. Enhorabuena.

Un saludo.