Robert Capa

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Robert Capa

 

 

El siglo de Robert Capa

 

 

Si el bueno de Capa viviera, cumpliría ahora 100 años. Tuvo la delicadeza de morirse, como un héroe, apenas cumplidos los 40. Saltó por los aires en el norte de Vietnam en la madrugada del 25 de mayo, mientras acompañaba a una expedición del ejército francés por una espesa zona boscosa, pisó inadvertidamente una mina y murió, siendo el primer corresponsal americano muerto en esta guerra y terminando así una azarosa vida profesional, guiada por una frase que popularizó:

 

“Si tus fotos no son lo suficientemente buenas, es que no te has acercado lo suficiente”

Por una vez, no necesitaría adornar los hechos, aunque es casi seguro que, si él lo contara, habría añadido a la escena un montón de balas silbando a su alrededor. La realidad fue más simple. Se subió a un pequeño montículo para tener una toma mejor de los soldados que avanzaban con detectores de minas para limpiar la zona. Una acción de novato de primaria que le costó la vida.

 

Hay dos formas de acercarse a Endre Ernö Friedmann, el verdadero nombre de Robert Capa. Una es leyendo meticulosas biografías, como la de Richard Whelan. No sale muy bien parado. Descubrimos a un hombre ambicioso, mentiroso compulsivo, jugador empedernido, dispuesto a casarse con alguien solo para obtener la residencia en Estados Unidos y de engañar con un falso certificado médico a las autoridades asegurando que su futura 'esposa' estaba embarazada para acelerar el proceso.

 

Les aseguro que hay un método mucho mejor para comprender lo que fue y representó la figura de Robert Capa, el gran fotógrafo, el icono fascinante, el reportero de guerra por antonomasia. Se trata simplemente de contemplar la fuerza incomparable de sus fotografías. Y ese es el único y monumental legado que, a cien años de su nacimiento, nos puede interesar. Sus conmovedoras imágenes sirven para conocer los claro oscuros de la humanidad en una parte crucial del siglo XX.

 

Endre Friedman nació en la parte bulliciosa y proletaria de Budapest el 22 de octubre de 1913. Su madre, de fuerte personalidad y con gran habilidad para los negocios, lo crió siempre como su niño mimado. Aprendió de ella la importancia de labrarse una posición en un mundo en el que las apariencias lo eran casi todo. Su padre, un sastre con don de gentes, le enseñó la capacidad infinita de sobrevivir en circunstancias difíciles. Pasaba muchas noches en eternas partidas de cartas, una afición al juego que Endre heredaría sin esfuerzo.

 

Emigró primero a Alemania y más tarde a Francia, países en los que contó siempre con amigos benefactores. Pronto supo lo que era de verdad pasar hambre. Tenía don de gentes y siempre caía de pie. "Que los demás sepan que te lo pasas bien con ellos", aseguraba como una fórmula de supervivencia infalible. Se acostumbró a no pagar a su casera y a vivir con sablazos a sus conocidos. Dudó entre la agricultura y la fotografía, pero pronto comprendió que una cámara le daría el estatus que buscaba y la capacidad de vivir aventuras.

 

Desde muy joven estuvo influido por un ambiente revolucionario y progresista. Se convirtió en un antifascista convencido, lo que no le impidió disfrutar, siempre que pudo, de los placeres de la clase burguesa.

 

Malvivió de la fotografía sin apenas conseguir publicar nada. Unos vigorosos retratos de Trotski en Copenhague le dieron el primer empujón. Su cámara estaba más tiempo colgada en la casa de empeños que en sus manos. Renegaba de los pequeños encargos que le hacían. Estaba convencido de que había nacido para empeños más importantes.

 

Conoció a una joven agraciada que influiría de una forma esencial en su vida: Gerda Pohorylles, más conocida como Gerda Taro. Fue ella quien le animó a inventarse a un importante fotógrafo norteamericano, que nunca existió. Endre adoptó esa personalidad con el nombre de Robert Capa. Y sería así como lograría el reconocimiento mundial.

 

 

Consiguió que lo enviaran a la incipiente Guerra Civil española. Siempre en primera línea, es mundialmente famosa su fotografía Muerte de un Miliciano, tomada en Cerro Muriano, en el frente de Córdoba, el 5 de septiembre de 1936 que se convertiría en la mejor foto de guerra de todos los tiempos. Tenía 23 años y, en honor a la verdad, sus fotografías eran todavía las de un principiante prometedor.

 

Reproducida en la mayoría de los libros sobre la Guerra Civil, su autenticidad ha sido puesta en cuestión por diversos expertos. A pesar de que un historiador local de Alcoy puso nombre al miliciano, Federico Borrell García, miliciano anarquista, el documental La sombra del iceberg (2007) niega tal atribución con testigos, médicos forenses y documentos del archivo local de Alcoy. Asimismo, muestra lo inconsistente de dicha tesis y aporta nuevas fotos de la secuencia del miliciano que avalan la tesis de la puesta en escena, así como la posibilidad de que la instantánea no la tomara Capa, sino su mujer. En enero de 2008 se encontró, según la CNN, una valija perdida por Capa donde están innumerables negativos de tomas que efectuó en la Guerra Civil Española; un tesoro de incalculable valor histórico.Según un artículo publicado en la web de El Periódico, queda de manifiesto que dicho grupo de fotografías fueron tomadas a 10 kilómetros del frente, en la localidad de Espejo, donde tenían en esas fechas las tropas republicanas su cuartel general de acuerdo al periódico.

 

 

La controversia sobre si era una imagen real o un montaje le acompañaría durante toda la vida. La revista francesa Vu la publicó a toda página el 23 de septiembre de 1936. Debajo publicó otra al mismo tamaño de lo que parecía ser el mismo soldado en el momento en que toca el suelo. Luego se descubrió que era otro soldado diferente. La posibilidad de que Capa hiciera una foto en el momento en que una bala atravesaba el cuerpo en un miliciano era de una entre un millón. La posibilidad de que segundos después, y con el mismo encuadre fotografiara a un segundo soldado cayendo de la misma forma era algo que ni la influencia de todos los ángeles del cielo hubiera logrado.

 

Sea como fuere Capa consiguió el reconocimiento y la fama que cimentó con posteriores fotos de la guerra de España que demostrarían su enorme capacidad para captar y transmitir imágenes del sufrimiento humano.

 

    

 

 

 

Gerda, su compañera, también fotógrafa, murió atropellada por un tanque en Brunete, mientras él estaba en París. Nunca se lo perdonó. Sus fotos, a partir de ese momento adquirieron un compromiso mucho mayor.

 

La Segunda Guerra Mundial, le permitió seguir realizando lo que mejor sabía hacer y se consagró definitivamente como el mejor reportero de guerra. 1944 fue el año de su mayor madurez profesional. Sus reportajes bélicos en Africa, Alemania e Italia y su presencia en la playa 'Omaha', en el desembarco de Normandía, lo convertirían en un mito.

 

   

 

 

 

Plasmó asimismo en imágenes la liberación de París. Con motivo de su trabajo durante este conflicto, fue galardonado por el general Eisenhower con la Medalla de la Libertad.

 

  

 

Terminada la contienda, fue cuando finalmente se cumplió su viejo sueño de ser un "fotógrafo de guerra en paro" (no por haber renunciado al oficio, sino debido a la ausencia de nuevos conflictos), llevó durante varios años una placentera vida cosmopolita en París. En 1947 creó, junto con los fotógrafos Henri Cartier-Bresson, Rodger, Vandiver y David Seymour, la agencia Magnum Photos, donde Capa realizó un gran trabajo fotográfico, no solo en escenarios de guerra sino también en el mundo artístico, en el que tenía grandes amistades, entre las que se incluían el realizador John Huston, el actor Gene Kelly, Pablo Picasso, Ernest Hemingway y John Steinbeck.

 

 

 

      

                                      David Seymour y Robert Capa                                                                            Robert Capa (Izq.) y George Rodger

 

La buena vida, a la que siempre había aspirado, lo llevó a Hollywood. Fotografió a las estrellas, tuvo un romance apasionado con la actriz Ingrid Berman, consiguió la nacionalidad estadounidense y se sumergió definitivamente en el glamour de los famosos.

 

 

 

Robert Capa nos ha dejado un legado de 70.000 negativos: un testimonio visual extraordinario reunido en tan sólo veintidós años de carrera (1932-1954). Sus imágenes, además de documentar los acontecimientos más importantes del siglo XX, se han convertido en auténticos iconos de la lucha, de la resistencia y de la dignidad humana frente al sufrimiento.

 

 

La maleta mexicana

 

 

 

En un armario de una casa del Distrito Federal, en tres pequeñas cajas envueltas en una bolsa de plástico del seguro social, pasó sus últimos 20 años de incógnito parte del relato fotográfico de la Guerra civil española. Más de 4.000 negativos de tres de los grandes fotógrafos del siglo XX, Robert Capa, David Seymour, alias Chim, y Gerda Tardo, que llegaron a México en el equipaje de vuelta del embajador de México en Francia entre 1941 y 1942, el general Francisco Aguilar González. Fueron sus herederos quienes entregaron a Benjamin Tarver, un mexicano al que le gustaba la fotografía, las tres cajas cargadas de negativos. Él las guardó en un armario, dentro de una bolsa de plástico.

 

 

Mientras los negativos que se creían perdidos desde 1939 languidecían en México, Cornell Capa, hermano de Robert y fundador del International Center of Photography de Nueva York (ICP), llevaba años de búsqueda infructuosa.

 

La exposición La maleta mexicana: El redescubrimiento de los negativos de la Guerra Civil Española de Capa, Chim y Taro podrá visitarse en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, en la Ciudad de México, desde el 9 de octubre hasta el 9 de febrero de 2014. Entrada general: 45 pesos. Martes, entrada gratuita.

 

Un día de 1995 Tarver visitó una muestra de fotografía en la Ciudad de México y algunas de las imágenes le resultaron familiares. Solo entonces empezó a ser consciente de lo que atesoraba y a buscar la forma de darlos a conocer. Sus contactos con Cornell Capa y el ICP de Nueva York para sacar del armario la Historia, aunque bienintencionados, nunca fluyeron. Tras 10 años de cartas y desencuentros, fue a través de la mediación de la curadora de fotografía y cineasta británica afincada en México Trisha Ziff y del escritor mexicano Juan Villoro que los negativos volaron a Estados Unidos en 2008.

 

"En el instituto de fotografía de Nueva York tomaron un aspecto muy legalista, le dijeron a Tarver que tenía una propiedad que no era suya y eso lo llevó a una situación de parálisis. No sabía si al donar las imágenes tendría represalias. También pensó que a lo mejor el general Aguilar González las había robado y, de rebote, él tenía material robado", recuerda Villoro. Entre él y la cineasta se ganaron la confianza de Tarver, que no recibió nada a cambio salvo los derechos para hacer una película que, por una enfermedad que aún arrastra, acabó rodando Ziff con el título de La Maleta Mexicana, (2011).

 

La historia de la larga recuperación de las imágenes de la Guerra Civil dio la vuelta al mundo. El ICP creó una exhibición con el mismo nombre que, tras exhibirse en Estados Unidos, España y Francia, llega ahora a México. La muestra La maleta mexicana: El redescubrimiento de los negativos de la Guerra Civil Española de Capa, Chim y Taro abrirá este miércoles sus puertas en el Antiguo Colegio de San Ildefonso del Distrito Federal con 250 imágenes expuestas en orden cronológico que abarcan, desde el punto de vista republicano, los tres años de guerra (1936-1939) y el exilio.

 

Villoro y Ziff lamentan que de toda la historia, lo único que quedó de México fue el nombre. "Para los especialistas en Capa, México ha quedado muy borrado. En las exposiciones no se habla ni del contexto de la Guerra Civil ni de la relación de México con el Gobierno de la República. Habla de una visión muy imperial del ICP. La curaduría de la exposición es magnífica desde el punto de vista técnico, pero tanto los españoles como los mexicanos sabemos que hay un contexto más amplio que explica esas fotos", dice Villoro.

 

La cineasta cree que la muestra se ve distinta en cada lugar en el que se expone. Mientras en EE UU el foco son los fotógrafos "y no se explica por qué se llama La Maleta Mexicana, en España la gente ve su propia historia, en Francia ve los campos de concentración y en México son casi un álbum de familia de los españoles que se exiliaron en el país" (aproximadamente unos 20.000).

 

Desde el estallido de la guerra en 1936, muchos artistas y profesionales internacionales de izquierdas se comprometieron con el bando republicano. Algunas de las fotografías de Capa, Taro y Seymour se publicaron en medios y revistas de todo el mundo, convirtiéndose en iconos de la lucha de los republicanos contra las tropas franquistas. Pero a la mayoría se les perdió la pista. Con la huida de Capa a EE UU por el avance alemán en Francia, los negativos acabaron en manos de un amigo y ayudante suyo que las depositó en una oficina diplomática de México en Francia. Desde allí emprendieron viaje a México, navegando en la maleta del general Aguilar rumbo a permanecer ocultos durante más de 70 años.

 

 

Entenario de Robert Capa: la faceta pícara y alegre del fotógrafo de las tragedias humanas

La picaresca va tan unida a la vida de Robert Capa que hasta forma parte de la historia de su nombre, ahora que se cumplen cien años de su nacimiento

" Me engancharon por el cuerpo una máscara antigás, un salvavidas hinchable, una pala y algunos otros artilugios, y yo añadí mi muy caro Burberrys, que llevaba doblado sobre el brazo. Era el invasor más elegante de todos"

 

 

Robert Capa, contando su participación en el desembarco de Normandía

Su verdadero nombre era Andrei Friedmann. Este 22 de octubre se cumplen cien años de su nacimiento en Budapest en 1913, el mismo día del año que otro gran periodista, John Reed, nacido en 1887. De nuestro protagonista se ha destacado su trabajo fotografiando el desembarco de Normandía, la liberación del sur de Italia y por supuesto la guerra de España y su emblemática foto del miliciano. También la tragedia de la muerte de su compañera Gerda Taro y la fundación de la agencia Magnum junto con los mejores fotógrafos de la época. Lo que pocos conocen es la picardía, el humor y la bohemia que rodeó su vida. La picaresca va tan unida a la vida del fotógrafo que hasta forma parte de la historia de su nombre. Como es sabido, junto con su compañera, adoptaron el nombre de Robert Capa para presentar sus fotos como las de un prestigioso profesional estadounidense. Desde ese momento se multiplicó el precio de las fotografías.

 

Su excentricidad era recordada por todo sus amigos. Desde su juventud, ante la masiva presencia en su casa de operarios y clientes del negocio de sastrería de la familia, se acostumbró a utilizar la bañera como refugio ideal y aislado para la lectura. Ya durante toda su vida dedicaría un par de horas diarias a leer en la bañera. Y, cuando vivía en el hotel Bedford, en Nueva York, dejaba la puerta abierta todas las mañanas para que sus amigos entraran a darle conversación mientras él pasaba sus largos ratos en el agua. Otra anécdota de su época juvenil fue la idea de tirar cubos de agua fría a las calles de Berlín durante el invierno de 1931-32 para que, al helarse el día siguiente, cuando desfilaran los nazis resbalaran con sus botas de tachuelas e hicieran el ridículo.

 

La osadía de Capa iba acompañada de una tremenda capacidad de empatía que fue una constante en toda su vida y le sirvió para ser querido por sus amigos y, al mismo tiempo, para conseguir éxitos profesionales que otro fotógrafo nunca habría logrado. Un ejemplo que muestra su capacidad de entablar amistad y ganarse simpatías sucedió en agosto de 1938 en el sur de Francia, cuando todavía era un desconocido. Pidió prestada la motocicleta a un amigo, dobló una esquina demasiado rápido, chocó contra un muro, saltó por encima y terminó cayendo ileso en la terraza de una vivienda donde los propietarios estaban tomando el té. Les cautivó con su desparpajo e intimó tanto con ellos que acabó quedándose un par de días mientras le reparaban la motocicleta.

 

Su audacia y su extroversión le fueron muy útiles para el trabajo. En una ocasión se encontraba en la localidad francesa de Cherburgo, donde había llegado con los estadounidenses tras el desembarco de Normandía. Allí habían logrado el primer prisionero alemán de alto rango, el general Von Schilieben. Capa quería fotografiarlo pero el alemán se negaba, se da la vuelta y le dice a su ayuda de campo que le aburría toda esa idea estadounidense de la libertad de prensa. Capa, más soberbio todavía, le responde en alemán: "Y yo me estoy aburriendo de fotografiar generales alemanes derrotados". El militar alemán se enfada y se vuelve hacia Capa indignado. "Yo aproveché para hacerle la foto. No pudo salir mejor.", escribiría después Robert Capa.

 

Las anécdotas sobre su atrevimiento y temeridad son numerosas. En una ocasión, viéndose en Argel ante la inminencia de una ofensiva aliada desde allí hacia la Italia fascista y sin contar con ninguna publicación que le contratara ni contacto para incorporarse a la operación, se encuentra en el baño  con un fotógrafo de guerra que llevaba varios meses entrenándose para saltar en paracaídas al día siguiente con los soldados y sufría una diarrea que le impedía incorporarse a la misión. Sin pensarlo dos veces, Capa, que nunca había saltado en paracaídas, se ofrece para sustituirlo: "Todo lo que sabía sobre saltos de paracaídas era que tenía que lanzarme desde la portezuela con el pie izquierda, contar 1.001, 1.002, 1.003..., y si mi paracaídas no se abría, tirar de la anilla para que saltara el de emergencia. Estaba demasiado agotado para pensar. De todos modos, no quería pensar, así que me quedé dormido".

 

En otra ocasión, encontrándose a tan solo dos millas del París que se estaba liberando de la ocupación nazi y sin que los militares aliados le permitieran pasar, descubre que la tripulación de un tanque habla con acento español y lleva pintada en la torreta la palabra "Teruel". Se dirige a ellos y les chapurrea en español: "¡No hay derecho a que me impidáis seguir adelante! Soy uno de vosotros, yo mismo participé en aquella batalla helada y feroz!" Huelga decir que los españoles que conducían el tanque le invitaron a subir.

 

Capa nunca alardeaba de valor a pesar necesitarlo para conseguir muchas de sus fotografías: "Todas las ventanas me miraban a los ojos y yo intentaba agazaparme aún más tras mi arbusto. Tenía la espalda helada y la maravillosa vista me parecía odiosa. (…) Allí, tirado como una colilla sobre un suelo gélido, entre dos líneas de fuego, sólo tenía dos alternativas: pasar miedo boca arriba o pasar miedo boca abajo".

 

Su heroica presencia entre los soldados que desembarcaron en Normandía, que habría sido motivo de alarde para cualquier periodista incluyó comentarios como éste: "Simplemente, me incorporé y corrí en dirección a la barcaza. Me metí en el mar entre dos cadáveres; el agua me llegaba al cuello. La revuelta marea me golpeaba el cuerpo y las olas me abofeteaban la cara por debajo del casco. Sostuve la cámara por encima de mí y de repente caí en la cuenta de que estaba huyendo".

 

En una persona con el desparpajo y la resolución de Capa no podía faltar el sentido del humor. Como en una ocasión en la que harto de la Segunda Guerra Mundial escribió: "Esta guerra era como una actriz madura: cada vez más peligrosa y cada vez menos fotogénica". O cuando elegía para volar el avión dirigido por el piloto que la noche anterior hubiera ganado al póker porque suponía que tenía más interés por la vida para disfrutar las ganancias. En otra ocasión cuenta de esta forma su primer aterrizaje en paracaídas en Túnez en la Segunda Guerra Mundial: "Pasé el resto de la noche colgado del árbol, sufriendo en los hombros todo el peso de mi cuerpo. El general tenía razón, aquello no era natural. Oí muchos disparos a mi alrededor. No me atreví a pedir ayuda. Con acento húngaro, podía recibir un disparo de cualquiera de los dos bandos. Cuando llegó la mañana, los paracaidistas me localizaron y me bajaron cortando las cuerdas del paracaídas. Me despedí de mi árbol: nuestra relación había sido íntima, pero demasiado larga".

 

Su pasión por la acción y los momentos cumbre le llevó a deducir que el momento de la victoria militar era visualmente aburrido: "Tomar fotos de una victoria es como hacerlo en una boda diez minutos después de que se hayan marchado los novios". Incluso en los acontecimientos más peligrosos no le faltaba el humor. A punto de desembarcar con las tropas en Normandía, donde era seguro que morirían muchos de ellos y cuando todos escribían cartas de despedida a sus familiares, Capa contaba: "Me engancharon por el cuerpo una máscara antigás, un salvavidas hinchable, una pala y algunos otros artilugios, y yo añadí mi muy caro Burberrys, que llevaba doblado sobre el brazo. Era el invasor más elegante de todos".

 

La mayoría de las citas textuales proceden el libro escrito por el propio Robert Capa Ligeramente desenfocado, Madrid, La Fábrica Editorial, 2009.

 

 

 

 

 

 

 

Fuentes:

http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/21/comunicacion/1382352996.html

http://sientateyobserva.com/tag/robert-capa/

http://cultura.elpais.com/cultura/2013/10/08/actualidad/1381189759_737848.html

http://www.eldiario.es/zonacritica/picara-alegre-fotografo-tragedias-humanas_6_188341181.html

http://www.magnumphotos.com/C.aspx?ERID=24KL535353&VF=MAGO31_10_VForm&VP3=CMS3

 

 

Para saber más:

https://www.youtube.com/watch?v=EXlcZMZhvQY

http://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario/se-cumplen-100-anos-del-nacimiento-robert-capa/2087831/

 

 

Joer...qué curre...qué bueno.....

Muy buen trabajo Jose. Una recopilación bien buena. Saludos y gracias.

Muy buena recopilación.

 

Un saludo.

Un trabajo sobresaliente Jose, enhorabuena.

Creo que se te ha colado una imagen de Dorotea Lange.

http://headeyeandheart.blogspot.com.es/2011/03/dorothea-lange-1895-1965.html

 

Gracias por el apunte, error subsanado.

A ver si este mes  pongo fecha para visionar "La maleta mexicana" en la sede.