Tina Modotti

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Tina Modotti

 

 

Tina Modotti, la fotógrafa revolucionaria

 

 

 

Tina Modotti fue una de las mujeres que se adelantaron a su tiempo: luchó por los derechos de la clase desposeída en un país que no era el suyo pero que acabó siendo su patria, con su lente capturó la maravilla de una nación floreciente: son famosas las cananas y mazorcas mexicanas que simbolizan la guerra y la libertad.

 

Tina nació el 16 de agosto de 1896 en Undine, una pequeña ciudad de fábricas textiles en el norte de Italia, cercana a Trieste, el puerto del Mar Adriático; su padre, Giuseppe Modotti, era mecánico y su madre, Assunta Mondini, estaba dedicada a las tareas del hogar, por lo que su nombre completo fue Assunta Adelaide Luigia Modotti Mondini.

Tina se educó en escuelas italianas y austriacas, pero debido a los bajos recursos económicos con los que contaba su familia, a los 12 años se vio precisada a trabajar en una de las fábricas textiles de su ciudad natal; no obstante, la situación monetaria familiar no mejoró.

A los 17 años emigró con su familia a San Francisco, Estados Unidos, donde se empleó en una fábrica de seda (de 1913 a 1914) y después como modista (hasta 1917).

Tenía 21 años cuando se casó con un artista llamado Roubaix de l'Abrie Richey "Robo". Al año siguiente de su matrimonio incursiona en Hollywood como actriz de películas mudas. Robo iría a México primero que ella y le escribiría en sus cartas maravillas sobre el exquisito país, mismas que más tarde motivarían a Tina a viajar a tierras mexicanas.

En 1921 conoció a Edward Weston, excelente fotógrafo norteamericano trabaja con como su modelo y eso hace que ella se interese por la fotografía, por lo que comienza a estudiarla con él, quien fue el que le enseñó a usar la cámara, y todo lo que ella sabía de fotografía. En este tiempo, Weston ya había renunciado al Pictorialismo y comenzaba su época de transición.

Tina comenzaba a interesarse en la fotografía, y para ese momento estaba enamorada de Edward Weston, amigo de su esposo, fotógrafo estadounidense, a quien admiraba plenamente.

 

    

 

 

Robo muere de viruela en México en 1922, Tina tiene su primer contacto con México en ese año, pero no sería hasta agosto de 1923 cuando se establecería en el país. Esta vez llegaría acompañada por Weston.

En 1923 Weston abandonó a su familia y viajó a México con su hijo Chandler y Tina Modotti quien en ese tiempo era su modelo, discípula y amante. Allí conocieron a Diego Rivera y Frida Kahlo.

Tina estaba en plenitud de su sexualidad, no se inhibía por su desnudez, a ella le gustaba juguetear desnuda; le molestaban las ataduras, los botones, los cinturones o cualquier prenda que le estorbara para moverse. Tenía una forma muy especial de caminar, de hablar, todo en ella era llamativo, y más para los mexicanos poco acostumbrados a una mujer con esas características. La mayoría de las mujeres del país ni pensarlo, ellas no podrían ser como Tina.

Tina se impresionó tanto con México, que quiso plasmarlo en imágenes fotográficas como un homenaje, aunque no sólo captaba sus formas estéticas, sino que retrataba la visión de un país lleno de miseria e injusticia.

Conmovida por la explotación en la que vivía la clase trabajadora de la posrevolución mexicana, Tina se convierte en revolucionaria activista desde principios de los años veinte, desarrollando fuertes lazos con miembros del grupo de la Unión Mexicana de Artistas, entre los que se encuentran Manuel Álvarez Bravo, Diego Rivera, Charlot, Orozco y Siqueiros.

 

 

 

En 1927 se afilió al Partido Comunista Mexicano y desde ese año hasta 1940 Trabajó como editora, colaboradora y fotógrafa de la revista Folklor Mexicano.

Tina, ha sabido penetrar muy a fondo México adentro, en los pocos años que lleva aquí. Sus fotografías ofrecen un espejo de grandeza a las cosas simples de cada día y a las sencillas gentes que aquí trabajan con las manos.

Tina fue una mujer en lucha y activista, participó en la campaña Manos fuera de Nicaragua en apoyo a la lucha de Augusto C. Sandino y ayudó a fundar el primer comité antifascista italiano.

Durante su estancia en México escandalizó a la mojigata sociedad de aquella época por ser una mujer que vivía bajo el mismo techo con un hombre que no era su marido, ni su hermano, salía a la calle después de las ocho de la noche y compartía la mesa en lugares públicos con varios varones; además de tener la costumbre de bañarse desnuda en la azotea de su casa cuando llovía.

En 1928 conoció a Julio Antonio Mella, dirigente estudiantil cubano, en una manifestación. Comienza un romance con el revolucionario cubano, pero éste muere asesinado en 1929 y a ella la acusan de ser cómplice del asesinato, no obstante, al no comprobarle ninguna relación se le declara inocente.

Una noche, anda Mella caminando del brazo de su compañera, Tina Modotti, cuando sus asesinos lo liquidan a balazos. Tina grita, pero no llora ante el cuerpo del caído. El gobierno cubano de Gerardo Machado, no tiene nada que ver con su muerte, afirman los diarios mexicanos de derecha, que Mella ha sido víctima de un crimen pasional.

Revela la prensa mexicana que Tina Modotti, es una mujer de dudosa decencia, que reaccionó con frialdad ante el trágico episodio y posteriormente, en sus declaraciones policiales, incurrió en contradicciones sospechosas.

Pero ella es culpable de ser amante de la libertad. Vivía sola cuando descubrió a Mella, mezclado en la multitud que manifestaba por Sacco y Vanzetti, y por Sandino, y se unió a él sin boda.

Antes había sido actriz en Hollywood y modelo y amante de artistas; y no hay hombre que al verla no se ponga nervioso. Se trata por tanto, de una perdida -y para colmo extranjera y comunista. La policía difunde fotos que muestran desnuda su imperdonable belleza, mientras se inician los trámites para expulsarla de México.

Al año siguiente en 1930 fue expulsada de México, por su constante activismo, acusada injustamente de conspiraciones contra políticos mexicanos. la acusan de complicidad en el intento de asesinato de Pascual Ortiz Rubio, presidente de México, por lo que se le deporta a Alemania.

 

 

 

Tras su salida de México fue a Alemania donde continúa su trabajo en el exilio en Berlín, donde se hace miembro de la Union GmbH de fotógrafos de prensa y publica sus imágenes en Der Arbeiter-Fotograf.

Llegó a Alemania a mediados de 1930, continúa su trabajo en el exilio en Berlín. Viajó a la Unión Soviética donde se reencontró con Vittorio Vidali, a quién había conocido en México, se hace miembro de la Union de fotógrafos de prensa y publica sus imágenes en Der Arbeiter-Fotograf. Participó en el Socorro Rojo Internacional en la Unión Soviética. Abandona momentáneamente la fotografía por el activismo político mientras se encuentra en Moscú entre 1931 y 1934 trabajando para la Cruz Roja Internacional de la URSS.

En 1934 se traslada a Francia, al comenzar la Guerra Civil se trasladó a España. Trabaja en Madrid y Valencia. Después de la rebelión militar en 1936, se alistó al Quinto Regimiento y trabajó con las Brigadas Internacionales, con el nombre de María, hasta el fin de la guerra Civil Española.

Cuando llegó, renunció a realizar una sola fotografía. para ella no era compatible el arte con la violencia de los acontecimientos. Se sentía incapaz de retratar lo que veía y optó por la lucha armada. No, obstante, Vidali, como dirigente de las Brigadas Internacionales, le ordenó cambiar las armas por el espionaje, ya que sus conocimientos de italiano eran muy beneficiosos dada la nacionalidad de las fuerzas que apoyaban a los franquistas. Tambien colaboró en los hospitales con el Socorro Rojo. Tuvo que coincidir con Gerda Taro en Almería, pues a Modotti se le encargó el seguimiento de la tragedia en esa ciudad. Sus reportajes se publicaban en Ayuda, organo de prensa del Socorro Rojo Internacional, y los firmaba con alguno de los pseudónimos que utilizó en España: María, Carmen Ruiz o Vera Martini.

Trabaja como reportera del diario republicano Ayuda, al mismo tiempo que para movimientos revolucionarios y para la Cruz Roja. Su participación terminó a la par de la guerra civil.

 

   

 

 

Regresa a México en 1939, donde continúa su actividad política mediante la Alianza Antifascista Giuseppe Garibaldi con un nombre falso; fotografió, trabajó y continuó su labor política hasta su muerte en 1942, debida a un ataque cardiaco.

Un año más tarde, el gobierno de Lázaro Cárdenas anuló su expulsión. Fotografió, trabajó y continuó su labor política hasta su muerte en 1942.

Tina Modotti murió el 5 de enero de 1942 por un ataque cardiaco. En su lapida en el panteón Dolores de la Ciudad de México se lee un verso de Pablo Neruda:

 

 “Tina Modotti, hermana, no duermes, no, no duermes;

tal vez tu corazón oye crecer la rosa

de ayer, la última rosa de ayer, la nueva rosa”.

 

 

 

 

El misterio de Tina Modotti

 

 

 

"Había un café donde solían reunirse políticos empistolados, toreros, criminales y actrices de vodevil. Pero la persona más espectacular de todas era una fotógrafa, modelo, cortesana de alto coturno y Mata Hari de la Komintern. Fue la heroína de un truculento asesinato político y era lo que supongo se llama una belleza universal”.

 

Así describe el poeta Kenneth Rexroth a Tina Modotti (Italia, 1896-México, 1942) en sus memorias. Seguramente no era el único que pensaba que ella era todas esas cosas. En la época en que vivían –entre una guerra y otra– no era frecuente ver a una mujer hermosa y con ideas radicales acerca de casi todo (sexualidad, educación, clases sociales, arte) pasearse con desenfado, cámara en mano, por los círculos artísticos e intelectuales de Ciudad de México, donde la conoció Rexroth, quien, hombre de su tiempo al fin, la llama prostituta, espía y hasta conspiradora política, cabe suponer que en un intento de darle glamour a un personaje que le aterroriza, según confiesa, y al que no consigue leer más allá de la superficie.

 

 

 

La figura de Modotti, siempre ha estado rodeada de un halo de misterio. En realidad se sabe poco de su vida, pues, además de sus fotografías, no quedó mucho más rastro de ella que las tres películas mudas en las que participó como actriz a principios de los años veinte; el texto donde plasmó sus ideas sobre la fotografía; las cartas que envió a su maestro, Edward Weston; los testimonios de la gente que la conoció, y un par de sucesos que la prensa de ese tiempo se encargó de ensalzar.

 

Datos más bien escasos, alrededor de los cuales se ha construido una leyenda que suele mostrar a Modotti ya sea como una femme fatale hiperpolitizada o, por el contrario, como una trágica víctima del destino (“Pobre chica, qué vida más tormentosa”, anotó Weston en su diario). El tipo de material que hace las delicias de un biógrafo. Baste revisar los títulos de algunos de los libros que se han escrito sobre ella (Una vida frágil, Un cuento de amor y revolución, Vivir y morir en México, Una mujer sin país, Una vida en la historia) para darse cuenta de lo fácil que es caer en la tentación de observar a Mo­dotti desde ese ángulo donde su fotografía sirve para poco más que ilustrar los pormenores de su desdichada existencia. Y es que, en efecto, tiene todos los ingredientes de un culebrón: joven italiana de clase obrera que se abrió paso, primero en Hollywood y después en la vanguardia artística internacional, para luego convertirse en una luchadora social “siempre dispuesta”, según Pablo Neruda, “a lo que nadie quiere hacer: barrer las oficinas, ir a pie hasta los lugares más apartados, pasarse las noches en vela escribiendo cartas o traduciendo artículos. En la guerra española fue enfermera para los heridos de la República”.

De clase obrera, se abrió paso en Hollywood y en la vanguardia artística, y fue una luchadora siempre dispuesta, según Neruda, a lo que nadie quería hacer.

 

 

 

En el camino, además, perdió a dos de sus grandes amores: el poeta y pintor Roubaix de l’Abrie Richéy, que murió de viruela, y Julio Antonio Mella, revolucionario cubano, tiroteado en el centro de Ciudad de México cuando salía con Modotti de un mitin. Ella, por si fuera poco, tuvo que sufrir el acoso de la prensa, que la señaló como autora del crimen, supuestamente pasional, y de la policía, que registró su departamento y confiscó cartas y fotografías. Al poco tiempo se la acusó nuevamente de ser parte de un complot para asesinar al presidente recién electo de México, por lo cual fue detenida y más tarde expulsada del país. Después de deambular algunos años por Europa, volvió a México, pero solo para morir en sospechosas circunstancias, a los 46 años, a bordo de un taxi que la llevaba de regreso a casa. Algunos hablan de una purga comunista. Otros, simplemente, de un infarto.

 

Sin embargo, nunca ha cabido la menor duda de que fue una artista excepcional. Weston, que también fue su amante, se dio cuenta de inmediato, y hasta le escribió a un amigo para expresarle su entusiasmo: “Tina ha hecho una foto que me gustaría poder firmar con mi nombre; eso no me sucede a menudo. Las fotografías de Tina no pierden nada en comparación con las mías, expresan lo suyo”. Era el comienzo de 1924 y ella había aprendido a usar una cámara hacía apenas seis meses. Las fotos que tomó entonces se parecen mucho a las de Weston, en parte porque fueron realizadas en los mismos escenarios y reveladas con la misma técnica. Pero también porque había una búsqueda común: la de crear un lenguaje puramente fotográfico. En este sentido, la llegada a México fue crucial para ambos, tal vez incluso más para Weston, cuya producción se transformó por completo con la aparición de las primeras imágenes de objetos aislados (por ejemplo, la del juguete mexicano), de las cuales Modotti hizo sus propias versiones (como la famosa toma cerrada de las rosas). Invitados por la revista Mexican Folkways, realizaron una serie de viajes por el interior del país que plasmaron en fotografías que habrían de inspirar al pintor Diego Rivera a decir que “muy pocas expresiones plásticas modernas me producen un goce más puro y más intenso que las muchas obras maestras de Weston y Modotti”.

 

Para ella, sin embargo, México fue decisivo también por otra razón: la puso en contacto con una realidad que despertó su sentido de la responsabilidad política. Y eso dio origen al conflicto que más la atormentó en la vida (más que sus amoríos), y que ella expresó con toda claridad en una carta que envió a Weston en julio de 1925, cuando él se encontraba en California junto a su familia (esposa incluida): “No he sido muy ‘creativa’, como puedes ver –menos de una impresión al mes–. ¡Qué terrible! … No puedo, como alguna vez me propusiste, ‘resolver los problemas de mi vida perdiéndome en los problemas del arte’ … Debería haber un equilibrio pero en mi caso, la vida lucha en todo momento por el predominio, y el arte, naturalmente, se resiente … en otras palabras, pongo demasiado arte en mi vida y, por tanto, no me queda mucho que dar a mi arte”.

 

 

   

 

Ese fue el verdadero drama de Modotti: la oposición entre sus ganas de llevar la fotografía hasta sus últimas consecuencias estéticas y su necesidad, cada vez más apremiante, de participar de algún modo en la mejoría del mundo. Anhelo que, por ejemplo, la llevó a finales de los años veinte a poner su cámara al servicio de las Escuelas Libres de Agricultura, creadas por el científico e independentista indio Pandurang Khankhoje, que ofrecían “enseñanza rural y consulta gratuita” a los campesinos. Para Modotti la fotografía era, por encima de la pintura, el medio idóneo para “registrar la vida objetiva en todas sus manifestaciones”, y pensaba que si a eso se le añadía “sensibilidad y comprensión del asunto y, sobre todo, una clara orientación del lugar que debe tomar en el campo del desenvolvimiento histórico”, el resultado sería “digno de ocupar un puesto en la producción social”. Sus fotos del proyecto de Khankhoje pueden contarse entre los ejercicios más tempranos de fotorreportaje social.

 

El problema era que a Modotti le importaba demasiado la fotografía como para seguir con su vida de activista y que las imágenes no fueran más que un medio de subsistencia –cada vez las requerían más en periódicos y revistas–. Prefería no sacar ninguna foto antes que sacrificar la calidad, que tanto valoraba.

 

  

 

 

De Weston había aprendido no solo la técnica, también su visión de la fotografía, ubicada en las antípodas del pictorialismo dominante de la época. El fotógrafo, pensaba Weston, debía dejar atrás los vanos intentos de copiar a la pintura para producir imágenes honestas, sin trucos. Eso que hacía proclamar a Siqueiros que “Weston y Modotti crean Verdadera Belleza Fotográfica, pues las cualidades materiales de las cosas y objetos que retratan no podrían ser más Exactas: lo que es áspero es áspero; lo que es liso es liso; lo que es carne está vivo”. Pero Modotti no solo se sumó a la batalla “contra los miopes, que siguen mirando a este siglo XX con ojos del siglo XVIII y que, por tanto, son incapaces de aceptar las manifestaciones de nuestra civilización mecánica”; la llevó más lejos. Para ella la fotografía se volvió un arma. Weston, en cambio, siguió produciendo imágenes fotográficas puras. Fue casi como si hubieran decidido moverse en sentidos opuestos: mientras Weston iba cada vez más adentro, acercándose a los objetos hasta casi volverlos irreconocibles, Modotti abría más y más el plano para captar escenas que hablaban del presente (Manifestación de trabajadores, de 1926, es un buen ejemplo). Es decir, que abandonó el estudio y salió a la calle, a los barrios bajos de la ciudad, donde descubrió, a decir de su amigo Carleton Beals, “a tipos tan terribles en sus miserias que alcanzan las exageraciones de Miguel Ángel”.

 

   

 

Beals lamentaba que Modotti, que era “espléndida en la naturaleza muerta, los retratos y los detalles arquitectónicos”, se hubiera comprometido socialmente. Pero entendía que “las cualidades movedizas de la vida la atraían mucho más que los estudios estáticos”. A esto se sumaba un deseo de alcanzar un público mayor, por eso prefería la “instantánea” a las “perfectas impresiones con platino para ricos coleccionistas”. Y con el tiempo, ni eso: el problema de la vida y el arte se resolvió al irse de México. Intentó registrar la nueva realidad que se le presentaba, pero ninguno fue tan poderoso como las imágenes que hizo allá. Tal vez supo entonces que su carrera de fotógrafa había llegado a su fin. Según Neruda, incluso arrojó al río Moscova su cámara Graflex, “y se juró a sí misma consagrar su vida a las más humildes tareas del partido comunista”. O tal vez pensó que algún día volvería a tener sentido hacer fotos. Cuenta la leyenda que de vuelta en México sacó algunas que se perdieron. Cómo saberlo. La última imagen conocida, curiosamente, está tomada desde un barco. Quizá después lanzara la cámara al agua.

 

 

 

 

 

 

 

Fuentes:

https://antona.wordpress.com/2014/07/23/tina-modotti-2/ Fuente: Tina Modotti Carlos Baston

http://elpais.com/elpais/2015/05/21/eps/1432220013_542842.html   de Maria Minera

http://mujeres-riot.webcindario.com/Tina_Modotti.htm   

http://info.nodo50.org/Tina-Modotti-fotografa.html

 

Para saber más:

http://www.modotti.com

http://www.masters-of-photography.com/M/modotti/modotti.html

http://www.patriagrande.net/mexico/tina.modotti

http://www.bifurcaciones.cl/2013/11/tina-modotti-madrid-y-la-guerra-civil-espanola/

 

Vídeos:

https://www.youtube.com/watch?v=rsIHSmxjwP0

https://www.youtube.com/watch?v=1NZonNPbsnU

 

Bonita e inquietante historia, todo un personaje.