David Bailey

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David Bailey

 

 

David Bailey: el hombre que inventó el “Swinging London”

 

 

 

“La primera mitad del siglo perteneció a Picasso y la segunda mitad a la fotografía”, dice Bailey. Y puede que tenga razón. David Bailey es uno de los fotógrafos más influyentes y fundamentales de la segunda mitad del siglo XX.

Fue un niño disléxico, que destacaba en el arte y no podía escribir. A veces es machista, otras, crítico con su país, y le gusta jugar a joven airado de la clase baja, criado en un barrio de clase obrera. Mientras estudiaba soñaba con ser ornitólogo. Pronto demostró su carácter reaccionario y rebelde contra todo y contra todos. La Segunda Guerra Mundial hizo que sus estudios se vieran interrumpidos y finalmente abandonados.

En 1956 se incorporó a filas en la Royal Air Force, en Singapur y Malasia. Precisamente en Singapur, compró a bajo precio su primer equipo fotográfico. En estos años se dedicó a devorar revistas de fotografía americana, especialmente Life. En 1958 regresó a Londres con la pretensión de formarse en el campo de la fotografía pero fue rechazado en la London College of Printing por no haber concluido sus estudios primarios.

Al año siguiente consiguió su primer trabajo como ayudante de John French, fotógrafo de moda que le introdujo en este mundo. Así, en 1961, realizó su primer trabajo para la revista Vogue. También trabajó para las revistas Sunday Times y las ediciones italiana, francesa y americana de Vogue

A comienzos de los años sesenta conoce a la que sería su primera musa, Jean Shrimpton, una maniquí inexperta de 18 años, alumna de la escuela de modelos Lucy Clayton. El éxito tanto de él como de ella fue inminente y ambos se convirtieron en creador y representante, respectivamente, de una nueva forma de entender la fotografía, más naturalizada y abierta y menos estática, y la belleza.

 

  

  

 

Fue el fotógrafo del “Swinging London”, que revolucionó la fotografía de moda para siempre. Junto a Shrimpton, modelo estrella de los 60 y pareja del fotógrafo durante cuatro años, sacaron la fotografía de moda a la calle y la convirtieron en arte; juntos hicieron algunas de las mejores fotos de la historia de la moda. Los dos sabían lo que querían y su éxito fue inminente. Ambos se convirtieron en creador y representante de una fotografía nueva más natural, menos estática, casi sin fondos y minimalista.

Bailey se convertiría desde entonces en el fotógrafo más célebre del Reino Unido y en marido de algunas de las mujeres más hermosas del planeta, entre ellas la actriz Catherine Deneuve. Años después de divorciarse diría: “era como tener que conducir un Ferrari cuando yo estaba preparado para un Ford”.

 

  

 

Después de los dos fotógrafos más snobs y elegantes de la escena británica, Cecil Beaton y Norman Parkinson, aparecieron los llamados “trío black” del East End, que cambiaron el estilo y la forma: David Bailey, Terence Donovan y Brian Duffy. De los tres, el único que sobrevive a la época y a todo lo que significó es Bailey.

Según la crítica Sandy Nairne, directora de la National Portrait Gallery -en la que se está exponiendo una antológica del fotógrafo-, él “hace” los retratos en lugar de tomarlos. Y con ello se refiere a que es un creador que utiliza la iluminación para crear una la ilusión, no una realidad.

Fue un joven de aquellos tiempos de los “angry men”, tiempos del “mirando hacia atrás con ira”, con habilidad y encanto para acabar siempre acompañado en la cama. El fotógrafo seducía a cualquier modelo que se ponía detrás de su lente. No era alto, no tenía clase, pero era un muchacho atractivo con cara de niño.

Lo que más encandilaba a las chicas es que con su trabajo se rompieron las barreras de clase y se acabó el comportamiento excesivamente correcto que duraba una década.

Sus primeras fotografías de las gentes de su barrio destilan emoción. Pronto, sin embargo, pasó a las celebridades y la moda, y tiene en su haber más de 350 portadas de Vogue. Quizás su triunfo en aquel momento tuviera una razón más profunda: había siempre mucha más carne que moda. “Nunca me consideré un fotógrafo de moda”, dijo Bailey en una entrevista en el cambio de milenio. “La razón por la que hice moda era que me gustaba lo que había en los vestidos.”

 

     

 

La Galería Gagosian tiene el récord para una fotografía Bailey, alrededor de 120.000 libras esterlinas. Bailey es un fetiche tanto como Mick Jagger, que fue su padrino de boda con Catherine Deneuve. Ha tenido cuatro esposas, entre ellas la también la modelo Penelope Tree y Catherine Drye, con la que sigue casado.

También es mucho más que esas fotografías que vemos en ocasiones y no son sino un montón de encaje sexy. Es un fotógrafo cuyas imágenes en blanco y negro han marcado el siglo, porque captura con precisión geométrica no sólo la explosión de la sexualidad y el desmoronamiento de un rígido sistema de clases, sino también a las personalidades que dieron forma a una nueva era.

En la esencial película “Blow-Up” de Michelangelo Antonioni fue la figura que inspiró el film sobre un fotógrafo de moda. Y en ella aparecen todos los misterios de la cámara y de la vida. Su contribución a la fotografía es exactamente lo que Vreeland dijo nada más conocerlo: “Él representa una ruptura con el elegante pasado y hace que las modelos se vean sexys de forma directa y simple”.

David Bailey es un icono cultural que ha estado en la vanguardia del arte contemporáneo desde hace 50 años. Un londinense de la clase obrera que se hizo amigo de las estrellas, se casó con sus musas y todavía captura el espíritu y la elegancia de su tiempo con su enfoque refrescantemente simple y su afiladísimo ojo. De ahí que el retrato de la reina Isabel, con motivo de su 88 cumpleaños, lo haya realizado David con una toma cercana y familiar que ha encantado a todos.

Creador incansable con más de treinta libros publicados, documentales y exposiciones, Bailey es uno de los fotógrafos que mejor ha sabido retratar e introducir los cambios sociales y visuales que tuvieron lugar durante los años sesenta en la fotografía, en la moda y en la capital británica. Por su objetivo han pasado algunos de los rostros más célebres de la Historia reciente y su figura es uno de los máximos exponentes del retratista estrella. “Soy como un rinoceronte -dice él-, ridículo pero elegante” y añade: "Hago lo que hago porque no sé hacer otra cosa".

Su carrera cinematográfica, iniciada sin gran éxito en 1966 con G.G. Passion, continuó en 1974 con un filme para televisión sobre Andy Warhol, que resultó un gran escándalo debido a las imágenes contenidas que fueron consideradas de mal gusto por la sociedad “bien pensante” británica.

En 1975 publicó Another Image, expuso A few more y contrajo su segundo matrimonio, esta vez con Marie Helvin. Al año siguiente publicó su revista Ritz y, en 1980, expuso The Boat people y se convirtió en el propietario de Fashion Weekly. En 1982, con la publicación de David Bailey’s book of photography, se observa una nueva postura del autor sobre la fotografía, quizá menos irreverente.

 

  

 

 

En la actualidad existe, especialmente fuera de Gran Bretaña, cierta tendencia a considerar a Bailey un fotógrafo sólo relacionado con el mundo de la moda pese a sus magníficos retratos, aunque también es cierto que el mayor prestigio en su carrera profesional lo alcanzó en ese campo. Realizó su primera portada para Vogue en 1961, momento en que los artistas vinculados al movimiento pop cosechaban sus primeros éxitos en los medios de comunicación londinenses. Este movimiento artístico, que pretendía acabar con el carácter elitista y minoritario del arte acercándolo a la calle, influyó de manera notable en la obra de Bailey, hasta el punto de que sus fotografías dieron un giro importante: presentaban la moda de un modo más cercano al ciudadano de a pie por lo que dejaba de ser un pasatiempo para ricos, decadente e inasequible. Esto fue posible gracias al especial trato que da a sus modelos, incorporando el sexo y el deseo en un erotismo quizá demasiado realista.

En un principio su técnica no contenía elementos especialmente innovadores, pero pronto empezó a experimentar con varios formatos y diferentes métodos de iluminación, procesos de laboratorio como el pintado de las copias o el fotomontaje, todo ello contribuyó a delimitar un estilo menos complejo, de mayor grafismo y linealidad. La simplificación y la elegancia que se observan en sus trabajos posteriores a 1962 recuerdan la obra de los influyentes fotógrafos de moda americanos Richard Avedon e Irving Penn, cuyos incisivos estilos tenían una especial fuerza gráfica hasta el punto de revolucionar el mundo de la moda no sólo en América. Si bien las fotos de Bailey responden a una misma inspiración, no comparte con ellos la tendencia a plantear la fotografía de moda como una naturaleza muerta o como una composición de formas y estructuras abstractas. Su modelo es... una mujer. Es por ello que sus fotografías tienen esa calidad humana que los americanos despreciaban.

La moda evoluciona y las tomas de Bailey registran los nuevos planteamientos: es el movimiento hippie. Las faldas se alargan, los tejidos se suavizan y la imagen “étnica” se pasea por el corazón de toda Europa. Es el momento de abandonar a Jean Schrimpton, su modelo emblemática en la primera mitad de los sesenta y encararse con Penelope Tree, con un porte menos femenino y carismático, pero más acorde con los nuevos tiempos. La fuerza de sus expresiones no puede ser fruto sino de una completa entrega para con el fotógrafo. En estas tomas pocas huellas se encuentran de las influencias de Avedon o Penn: el estilo de Bailey adquiere su plena madurez y las influencias hay que buscarlas buceando en su infancia donde Picasso supuso no sólo una influencia visual sino toda una filosofía de vida.

 

  

  

 

 

Obra destacada

David Bailey’s box of pin-ups. Londres, 1965

Consiste en una recopilación de treinta y siete fotografías de gran formato, en la que aparecen personajes del mundo del espectáculo, la moda y el arte, amigos y conocidos de Bailey como Michael Caine, Lennon y McCartney, Beaton... El fin último era el de contener en una colección retratos una serie de personajes que habían conseguido la fama y el éxito a todos los niveles. La obra mantiene una línea bastante uniforme en lo que se refiere a composición, enfoques y luces: los modelos aparecen delante de un fondo blanco neutro en estudio. Esta obra consagró a Bailey como uno de los mejores retratistas de la época.

 

 

Mixed moments. 1976. Blanco y negro

Se trata de una colección de fotos de reportaje, realizadas mayoritariamente en Japón, India y Brasil, en la cual puede apreciarse un giro importante en el estilo y la estética del Bailey anterior a esta época. Este trabajo cuenta con la aparición de algunos desnudos de su esposa Marie Helvin. Algunas de las técnicas de Bailey en este trabajo son el fotomontaje, la pintura sobre copia, telas a modo de filtros o la toma fotográfica simple y común pero, eso sí, siempre acomodado a un ambiente especial muy propio y personal.

 

 

Kim Harris. Londres, 1980. Blanco y negro

Lo que más llama la atención en esta obra es la forma de trasladar una imagen y un entorno del mundo de la moda a un universo fantástico y creado por el autor desde un punto de vista casi divino. El espacio es ilimitado, sin un fondo definido, el ambiente primaveral y la modelo, que parece extraída de un cuento de hadas, hacen que, junto con el encuadre, nos enfrentemos a una obra con intenciones mágicas y de ensueño magníficamente logrado por Bailey, aunque su pertenencia al mundo de la moda baña la imagen de cierto halo publicitario.

 

 

Como curiosidad, la BBC estrenó la película "We'll Take Manhattan" donde se recrea la mítica sesión que Bailey le hizo a la modelo Jean Shrimpton en 1962 con la ciudad de Nueva York como escenario. En ella cobran vida muchas de las imágenes que forman parte de su obra y, aunque está vestida con tintes de comedia romántica, no deja ser una forma de aproximarnos a él como fotógrafo y ver cómo su estilo cambió la forma de concebir la fotografía de moda.

 

   

 

 

David Bailey, el fotógrafo más legendario del Londres de los sesenta, recuerda a todos los personajes que ha retratado.

 

 

 

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David Bailey tiene la capacidad de sacar los retratos más limpios y reveladores del mundo de la fotografía sin aparentar esfuerzo. Retratarlo –al menos, periodísticamente– es más delicado. Apenas nos hemos sentado en su estudio de Londres, acariciado a Pig, su Jack Russell, y decidido que ambos fumaremos durante esta entrevista, cuando entona: “¡Odio el pasado! No vamos a traerlo de vuelta, ¿verdad?”.

 

Me conformo de palabra pero, de pensamiento, discrepo con rabia. El pasado de Bailey es fascinante. De hecho, está preparando una retrospectiva de toda su carrera. Patrocinada por Hugo Boss, tendrá lugar en febrero en la National Portrait Gallery. Se lo ha ganado. Este señor de 75 años fue el gran fotógrafo de la moda británica de los sesenta. Se estrenó con Jean Shrimpton, una modelo con aires de cervatillo etéreo con la que tuvo una relación amorosa, e inventó lo de de sacar la fotografía de la moda a la calle. De ser la referencia en la moda pura pasó al fotoperiodismo y luego a las portadas de discos. Se casó con Catherine Deneuve, filmó documentales estupendamente sesenteros sobre Visconti o Warhol y conoció a lo que viene siendo todo el mundo, desde los mafiosos hermanos Kray hasta la Madre Teresa.

 

        

 

Unos cigarrillos después descubrimos que, si no quiere hablar de su pasado, es por la forma condescendiente en que se han ido pubicando sus comentarios en la prensa a lo largo de su carreraa. “A los 25 años todo el mundo es estúpido. Y yo di muchas entrevistas a esa edad sin darme cuenta de que tendría que vivir con esas declaraciones el resto de mi vida. Dices algo gracioso como, yo qué sé, ‘Catherine Deneuve es como un Ferrari’, y de repente tienes a un montón de periodistas molestos diciendo ‘David Bailey compara a las mujeres con los coches’. ¡Es que entonces la gente lo hacía! No quería quedarme con un Volkswagen viejo”. Le informo de que esto no es un problema, que ICON aprecia los Ferraris, reales o metafóricos. Entonces accede a hablar del pasado. Al poco está pasando de un tema a otro sin ningún flujo lógico y diciendo cosas como estas:

 

Sobre Andy Warhol: “Le dije que quería sacarlo desnudo y me dijo que no, que su cuerpo parecía un mal traje de Dior lleno de remedos”. [Una feminista disparó a Warhol en 1968 y la operación resultante le dejó el torso lleno de cicatrices].

 

Sobre Brigitte Bardot: “Estaba buena, ¿verdad? Tengo fotos geniales de ella. Pero ningún menor de 25 años la conoce”.

 

Sobre Arnold Schwarzenegger: “Mi hija entró al estudio, creo que tenía unos cuatro años, y le dijo: ‘Hola, señor ShortNigger’ [Traducible como Señor negrata bajito]. Pues mira. Rompió el hielo”.

 

Sobre Cara Delevingne: “Tuve que hacer a esa tal Cara para Vogue junto con Pharrell Williams. Se puso un poco venida a más. Le canté las cuarenta. Me da igual quiénes sean”.

 

 

Sobre Oliver Stone: “Entró al estudio diciendo que solo tenía cinco minutos. Le hice una Polaroid, se la di y le dije que ya. ‘¿Cómo que ya?’, me contestó. Pues que si solo tenía cinco minutos, qué quería. Se quedó el día entero”.

 

La Madre Teresa: “Era muy humilde. Pero te sacaba 100 dólares cada vez que te veía. Si trabajabas con ella una semana, te habías quedado sin 500 dólares. Una señora implacable”.

 

Sobre Diana Vreeland, mítica editora de Vogue y Harper’s Bazaar: “Jack Nicholson y yo intentamos robar la aldaba de la puerta de la casa en la que había vivido de pequeña. Eran las cuatro de la mañana, ella esperando en la limusina y nosotros fumando porros y desatornillando la aldaba para regalársela. Nos pilló la poli. Anjelica [Huston] estaba ahí”.

 

Sobre Catherine Deneuve: “Algo que creo que nadie sabe de ella: le encanta un buen chiste verde. Estuve con ella mientras rodaba esa puta peli de Buñuel [Belle du Jour] y lo conocí también a él. Era de mis héroes. No me decepcionó. En fin, Catherine. Un día me llamó y me dijo: ‘Me he divorciado hoy’. ‘¿Ah sí?’. ‘Sí. Ya podemos ser amantes. ¿A que es genial?”.

 

Sobre trabajar demasiado: “Un año hice 800 páginas para Condé Nast. No quería volver a ver un vestido en mi vida”.

 

Su filosofía vital: “Todo en esta vida es un accidente. Solo necesitas tres cosas para salir adelante: buenos genes, creerte destinado a algo y un poco de suerte”.

 

     

       

 

 

 

 

Fuentes:

http://blog.santaeulalia.com/david-bailey/

http://www.vogue.es/moda/modapedia/fotografos/david-bailey/177

http://www.mcnbiografias.com/app-bio/do/show?key=bailey-david

http://www.xatakafoto.com/fotografos/david-bailey-el-londres-de-los-anos-60-y-olympus

http://elpais.com/elpais/2013/11/04/icon/1383556441_113480.html

http://www.cadadiaunfotografo.com/2011/04/david-bailey.html

 

Para saber más:

http://www.vanitatis.elconfidencial.com/estilo/moda/2014-02-03/tres-razones-para-amar-al-fotografo-de-moda-david-bailey_83266/

http://www.20minutos.es/noticia/1911962/0/david-bailey/75-cumpleanos/exposicion-homenaje/

 

Vídeos:

https://www.youtube.com/watch?v=7FPIaZfQCbY

No conocía al colega, pero si que tiene retratos interesantes,