Helen Levitt

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Helen Levitt

 

 

Helen Levitt

 

 

“Una vez que vemos, no podemos dejar de mirar.

Una vez descubierto ese don, éste no permite renuncias.”

 

Helen Levitt contribuyó a definir nuevos caminos estéticos en los comienzos de la fotografía en el siglo XX.

En sus manos la cámara supo captar y documentar con emoción y sensibilidad la vida en las calles de Nueva York, donde, con la excepción de su periplo mexicano, desarrolló la totalidad de su carrera.

  

 

En plena crisis de los años 30 es cuando Levitt empieza su trabajo como fotógrafa, después de unos inicios autodidactas que tuvieron su punto de arranque mientras trabajaba de ayudante para un fotógrafo comercial. Las calles de su barrio, de Harlem, el Lower East Side, fueron los escenarios fundamentales de un trabajo que tiene en su centro a sus habitantes, a personajes de todo tipo entre los que destacan los niños.

 

    

 

 

Las fotografías de Helen Levitt destacan por su espontaneidad, por una mirada en la que si bien es posible detectar, en algunos momentos al menos, un aire surrealista o del cine de Cocteau, limpia, directa, que no se interpone entre la escena y el espectador, con unas imágenes en las que también tiene cabida el sentido del humor, ese que logra sacar una sonrisa al que está mirando sus fotos.

 

 

 

La aportación de la mirada de Levitt a la fotografía, sobre todo en blanco y negro, fue importante porque documentó -al margen del fotoperiodismo- la vida que acontecía en las calles de Nueva York.

Nació y vivió en la ciudad de los rascacielos y de la Estatua de la Libertad y con ese espíritu de libertad paseó por los barrios neoyorquinos y capturó instantáneas que recogen eso: instantes misteriosos y líricos.

De ahí que el crítico Adam Gopnik de la revista 'New Yorker' la describiese como la "poeta-fotógrafa suprema de las calles y la gente de Nueva York".

Gopnik, quien también prologó el libro de Levitt 'Here and there' (2003), fue de los pocos críticos a los que la fotógrafa concedió una entrevista, ya que ella no se prodigó con los periodistas y tampoco le interesó el fotoperiodismo.

Pero Levitt no necesitó nunca del poder mediático para darse a conocer a mediados del siglo XX cuando captaba en negativos en blanco y negro escenas fugaces que ocurrían en los barrios neoyorquinos de Harlem, Yorkville y Lower East Side.

Los protagonistas de sus instántaneas fueron los viandantes y ante todo los niños. De ahí que hablar de la obra de Helen Levitt es mencionar sus imágenes de niños.

Obra que también tiene su parte poética, una parte de exaltación de la inocencia de la niñez, con unos niños que juegan, que dejan sus blancos dibujos sobre el negro del asfalto, que se encaraman en sitios inverosímiles ajenos a cualquier peligro para su integridad física, y nosotros también tenemos esa sensación, sabemos, de una forma irracional, que no les va a pasar nada. Son niños, juegan y se ríen.

Y entre ellas, dos fotos en blanco y negro de finales de los años 30 y principios de los 40: la instantánea de tres niños que salen de su casa para pedir caramelos por la fiesta de Halloween y la de cuatro niñas que caminan por la acera con la mirada prendida en cinco burbujas de jabón que ascienden melódicamente en el aire.

 

 

 

Podría parecer que a Helen Levitt les gustan los niños pero este punto lo desmintió en la entrevista que concedió a Gopnik: "La gente piensa que me gustan los niños, pero no, sólo es que los niños estaban fuera, en las calles".

En la actualidad, esas fotos de niños anónimos y de clases sociales medias y bajas que disfrutaban de los juegos, las travesuras o de un paseo por las calles aledañas a sus hogares son documentos irrepetibles por factores sociales. Los niños modernos pasan la mayor parte del tiempo libre en sus casas jugando con la consola o viendo la tele, y además existen leyes de protección del menor que limitan la reproducción de las instantáneas en las que salgan.

Aunque el aspecto más importante es la sensibilidad y la magia que trasmiten dichas fotos que fueron tomadas por Helen Levitt, una fotógrafa que tenía un don que educó en sus visitas a las pinacotecas y sobre todo por ósmosis con fotógrafos, artísticas y críticos de la época.

Todo el paisaje humano de las calles de Nueva York tiene cabida en las fotografías de Levitt: amas de casa que charlan despreocupadamente a la puerta de sus casas o en plena calle, jóvenes de arrogancia trajeada, transeúntes, gente que pasea a sus mascotas… Con ello consigue hacernos llegar el abigarrado crisol humano que se da cita en las calles, en una labor de documentalista, de notario de la vida en los barrios. Son pequeños gestos anecdóticos, esos que salen sin pensar en ellos, y que por ello están cargados de verdad, de emoción, de intensidad, de vida en última instancia.

 

 

 

 

Son fotografías cargadas de lirismo, en las que la cámara está puesta al servicio de contar historias cotidianas, sin adornos y sin quitar nada. Todo está claro, todo es simple, sencillo, sin arrogancia de ninguna clase, no busca la provocación, lo que no quiere decir que sus obras carezcan de vigor.

 

“La gente se reunía en la calle. Si te quedabas el tiempo suficiente,

se olvidaban de que estabas allí. Y entonces ves lo que hay”

 

 

 

 

 

Alumna de Walter Evans y Cartier-Bresson

Sus primeros maestros fueron dos leyendas de la fotografía: el estadounidense Walter Evans, que la inició en el uso del laboratorio, y el francés Henri Cartier-Bresson, que la influyó en la compra de su primera cámara, la eterna Leica de 35mm.

 

“Cuando vi fotografía de Cartier-Bresson comprendí

que la fotografía podía ser arte…

y eso me hizo ser ambiciosa”

 

 

En 1937 mostró un portfolio al Walker Evans, destacado fotógrafo y cofundador del grupo f/64, al que desde entonces le uniría una gran amistad. Precisamente fue a través de Evans adoptó la aplicación de un visor de ángulo recto a su cámara de forma que podía obtener retratos sin que el sujeto fuera consciente de ello, además le permitió conocer el manejo del “cropping”

Las imágenes de Helen Levitt no estaban destinadas a ser publicadas en revistas sociológicas, únicamente su intención era producir obras de arte para su exhibición en galerías.

Asimismo cabe destacar la gran influencia que ejercieron en su vida el artista y fotógrafo Ben Shahn y el escritor James Agee, quien prologó su primer libro, "A Way of Seeing" (1965) y rodó dos filmes.

Pero Helen Levitt no fue siempre fiel a la fotografía y abandonó la cámara a finales de los años 40, entre 1949 y 1959 se dedicó al cine y por el documental La experiencia cinematográfica de Levitt queda marcada por su colaboración con Luis Buñuel, a quien ayudó en sus cortos de propaganda pronorteamericana en la II Guerra Mundial. El mismo día que tuvo ocasión de conocer a Walker Evans conoció al crítico de arte James Agee. Junto a él y a al pintor Janice Loeb, participó en el documental de 14 minutos “In the Street” realizado en 1948 que versaba sobre la vida en el Spanish Harlem. Posteriormente harían lo propio en “The Quiet One” de 1949, en esta ocasión sobre un niño de 10 años con problemas mentales, que ganó el León de Oro en el Festival de Venecia y fue candidata al Oscar al mejor guión, mientras que la película lo fue al mejor documental. Dos trabajos que se consideran los precedentes del cine independiente norteamericano.

De ella se llegó a decir que era la fotógrafa más celebrada y la menos conocida de su época, a pesar de que el propio Edward Steichen comisarió su primera exposición en solitario en el MOMA titulada Helen Levitt: Fotografías de niños. A finales de los años 50, Levitt recibirá una beca de la Fundación Guggenheim, para poder adentrarse en los secretos de la fotografía en color. Gran parte de la obra que hizo con esa técnica le fue robada en 1970 de su apartamento, aunque cuatro años después, el MOMA organizó una proyección de sus fotos en color titulada Diapositiva Show.

 

 

 

   

 

Lo indudable es que Nueva York fue el escenario de su obra, ya que Levitt no salió prácticamente de esta ciudad, tan sólo para ir a fotografiar a México escenas en las que se ven a hombres en cantinas locales en las que beben pulque, una bebida alcohólica que se fabrica a partir del jugo fermentado del maguey.

En 1942 viajó a México fotografiando las duras condiciones de vida en el país, como antes lo habían hecho Weston, Tina Modottio, Manuel Álvarez Bravo.

En oposición a las escenas de Nueva York, sus fotografías reflejan el entorno rural, campesino, desprovisto de grandes edificaciones y donde se confunden los espacios urbanos y periféricos.


 

 

 

Este trabajo se recoge en 'Helen Levitt: Mexico City' (1997), un libro tardío al igual que otros que han sido editados sólo en EEUU y en inglés: 'In the Street: Chalk Drawings and Messages 1938-1948' (1987); 'Crosstown" (2001); and "Here and There' (2003).

Pero sin duda, fue “A Way of Seeing” (Un modo de ver) de 1965 la que contiene la selección de sus mejores imágenes del periodo comprendido entre 1936 – 1946.

      

  

 

Algunos ejemplares puestos a la venta de la primera edición publicada por “Viking Press” rondan la cifra de 2.395 dólares hoy en día.

Para concluir este breve trabajo sobre la genial artista norteamericana, citaremos su breve incursión en la fotografía en color. En 1959 y 1960 obtiene dos becas de forma consecutiva del Guggenheim.

Las instantáneas se caracterizan por su saturación que rivaliza y acaso resta importancia a escenas cargadas de tintes humorísticos.

En 1970 un ladrón entró en su apartamento neoyorquino robando la mayor parte de sus negativos e impresiones a color. Apenas una mínima parte de sus fotografías en color sobrevivieron, algunas de ellas formaron parte en 1974 de una exposición que a su vez se convirtió en una de las primeras

En 1997 logra el premio Master of Photography Award, del  International Center of Photography, y la Outstanding Achievement in Humanistic Photography; además, ese mismo año, con 84 años, participa en la DOCUMENTA de Kassel.

En 1992 el San Francisco Museum of Modern Art, en colaboración con el Metropolitan Museum de Nueva York, organizó una gran retrospectiva de su obra. Pero Levitt era enemiga de la publicidad, tímida, poco habladora y con alma de outsider. En la primavera de 2008 el Sprengel Museum de Hannover realizó una completísima exposición de su obra.

En español no hay títulos -hasta la fecha- de Helen Levitt, esa fotógrafa, que como otras leyendas humildes, llegó a confesar a James Agee, según recoge 'The New York Times', que "la suerte" fue el aspecto clave en su obra.

Helen Levitt llevaba más de 35 años viviendo en el mismo edificio de ladrillo del  Village de Nueva York cuando murió mientras dormía en 2009 a los 95 años. En su casa destacaban dos cajas etiquetadas. En una “No good” (no valen). En la otra “Here and There” (aquí y allí). Esta última contenía las imágenes logradas. Helen Levitt hizo fotografías hasta el día de su muerte.

 

« Sarah Boxer (entrevistadora): ¿Prefiere blanco y negro o color?

Helen Levitt: Tiro lo que tengo».

 

 

 

 

   

 

 

 

 

 

 

Fuentes:

http://www.elmundo.es/elmundo/2009/03/31/cultura/1238528712.html - Autor: Belen Palanco(EFE).

http://lavidanoimitaalarte.blogspot.com.es/2009/04/helen-levitt-brooklyn-nueva-york-1918.html - Autor: Alfredo.

http://www.coleccionesfundacionmapfre.org/artistas/helen_levitt -Autor: Paula Susaeta

http://www.tucamon.es/archives/0000/1467/15_Helen_Levitt.pdf - Autor: José Carlos M. Robles.

 

Vídeos:

https://www.youtube.com/watch?v=vx2VVwBP0gU

https://www.youtube.com/watch?v=vMekVYuchzU

 

Cómo molan estos reportajes......