Robert Doisneau

3 envíos / 0 nuevos
Último envío
Robert Doisneau

 

 

Robert Doisneau: Pescador de Imágenes

 

 

«El fotógrafo debe ser absorbente, como un papel secante, dejarse penetrar por el momento poético....

Su técnica debe ser como una función de los animales...

Debe actuar de forma automática».

 


 

Cronología y aportaciones más importantes

 

• Nace en Gentill en 1912 y muere en París el 1 de abril de 1994.

 

• Se forma como litógrafo y aprende fotografía de forma autodidacta, gracias a las cajas de emulsiones de película. Trabajó como tipógrafo en el Atelier Ullmann.

 

• Su carácter tímido hace que sus primeras fotografías sean de adoquines y una valla con carteles deteriorados, en ellas no hay personas.

 

• En 1931 conoce a André Vigneau, fotógrafo, dibujante y escultor, posteriormente también conocería a Kertész, Man Ray, Brassai...

 

• En 1932 adquiere una Rolleifleix que le permite obtener fotografías dejando «aire» entre sujeto y objetivo, venciendo así su timidez.

 

• Durante la II Guerra Mundial se alista como soldado en la Resistencia hasta 1940.

 

• Trabaja para Vogue en 1949. Realiza fotografia de moda sin abandonar el ambiente calljero y marginal.

 

• Realizó trabajos industriales y publicitarios; destacan sus trabajos para la factoría Renault y una campaña publicitaria para el SIMCA

 

• A partir de los sesenta la fotografía sufre un decaimiento. De la mano de Robert Giraud se adentra en el París nocturno: bares, cafés, locales de alterne, jazz ...

 

• Obtiene prestigiosos premios de fotografía: Premio Kodak, 1947; Premio Niepce, en 1956 y 1957; Gran Premio Nacional de Fotografía en Francia, 1983.

 

• 1950: Life encargó a la agencia Rapho un reportaje sobre los amantes parisinos. Fruto de dicho trabajo realizaría su conocida fotografía: “El beso del Hotel de Ville”. La serie triunfa en París y Estados Unidos.

 

• 1951: expone en el MOMA con Brassai, Willy Ronis e Izis.

 

• Tras la II Guerra mundial trabajó con Cartier-Bresson en la agencia Alliance Photo, precedente de Mágnum. Cartier-Bresson, uno sus fundadores, le invitó a ser miembro de ella. Doisneau declinó la invitación.

 

•En los ochenta se dedica al cine y trabaja la fotografía en diversas películas: El silencio es oro” (1947) de René Clair, “París 1900” (1947) de Nicole Védrès, “Disparad al pianista” (1960) de Truffaut y “Un domingo en el campo”(1984) de Bertrand Tavernier.

 

• Tras algunas incursiones en el mundo del video en los ochenta, sus últimos años los dedica a seguir haciendo fotografías hasta su muerte en 1992.

 

• En 1994 muere tras haber sido operado de un triple bypass y no poder superar una pancreatitis aguda.

 

Biografía:

 

Nacido en Gentilly el 14 de abril de 1912, disfrutó de todo lo que le podía ofrecer la ciudad parisina. De hecho vivió en el mismo apartamento de Montrouge desde 1937. Su formación como litógrafo aprendiendo la fotografía de forma autodidacta, según parece instruyéndose con las indicaciones de las cajas de emulsión de película fotográfica. De su formación cabe destacar cómo se unió al mundo de la fotografía a través de la tipografía, que estudió en la École Estienne de París, y gracias a la que empezó a trabajar en el Atelier Ullmann, donde abrió un estudio fotográfico. Es en esa etapa en la que toma sus primeras imágenes (1929-1930) en las que vemos al Doisneau más tímido son fotografías sin personas.

 

Pero si hay una fecha determinante en su formación, esa es la de 1931. En ese momento conoce al fotógrafo, dibujante y escultor André Vigneau, trabajando para el cómo grabador, fue quien le abrió las puertas a un mundo en el que pudo descubrir los trabajos de artistas de la talla de Man Ray. Comienza aquí una nueva fase de su trabajo: ya retrata a personas, se introduce más aún en París y sus gentes... y un año más tarde logra que sus fotografías aparezcan en “LŽExcelsior”.

 

A partir de ahí su vida profesional -y personal- va dejándose llevar e influir por las circunstancias de sus tiempos: el servicio militar, la crisis, contrae matrimonio con Pierrette (con la que se va a vivir a ese apartamento de Montrouge) y se va formando un Doisneau que descubre el mundo de los obreros, de las fábricas En sus comienzos trabaja para la factoría Renault, realizando también fotografía publicitaria para anuncios de Simca, es en este terreno donde forja su habilidad técnica. Sin embargo, solía llegar tarde al trabajo y finalmente es despedido, según reconocería: “Desobedecer me parecía una función vital y no me privé de hacerlo”. Fotógrafo callejero, pasaría a la historia por sus imágenes de las calles y gentes de París, convirtiéndose en un icono del romanticismo y el amor, llegándose a definir a sí mismo como “Pescador de Imágenes”.

 

               

 

“Yo no he visto pasar el tiempo, estaba demasiado ocupado en el espectáculo permanente y gratuito que me ofrecían mis contemporáneos en cuanto se presentaba la ocasión de capturar una imagen al pasar”

 

   

 

Durante la II Guerra Mundial participa como soldado de la resistencia hasta 1940. Primero se alista en la Resistencia Francesa como soldado hasta que fue desmovilizado en 1940. Fue ahí cuando ejerció de fotógrafo y retrató la ocupación nazi. En esta etapa de dificultades realiza trabajos por encargo, pero continúa con sus reportajes callejeros de la Francia ocupada y posteriormente durante su liberación. Es contratado por la agencia ADEP donde trabaja con Robert Capa y Cartier Bresson.

 

        

 

Tras la Guerra efectúo trabajos para la revista Vogue, sin embargo, le parecía escasamente seductor el trabajo con modelos elegantes y rodeadas de lujo, glamour y belleza. En su lugar la calle y la street photography constituían su foco de atención preferente. En dicho sentido, tras conocer a Robert Giraud, descubriría con él otro mundo fascinante: los ambientes nocturnos, cafés, teatros y bistros.

 

 

  

 

A partir de ahí, un Doisneau más formado, experimentado y atrevido, nos trae la alegría y magia de una ciudad, París, que ha sido liberada. Y así nos regaló «El Beso», la «Cadena de niños cruzando la Rue de Rivoli», o «Los gatos de Bercy», por citar solo algunos ejemplos, que nos acercaron un poco más el pulso de una ciudad siempre mágica. Tal y como él afirmó, esperó a captar esos instantes en una ciudad en la que precisamente eso, esperar, es lo fundamental: «París es un teatro en el que se paga asiento con el tiempo perdido. Y yo sigo esperando»

 

 

 

  

 

El 1 de abril de 1994 moría dejando tras sí más de 450.000 negativos.

 

“Hoy en día la imaginación visual de la gente es mucho más sofisticada, mucho más desarrollada, en particular en los jóvenes, que usted puede hacer una fotografía que ligeramente sugiera algo, que ellos harán de ella lo que deseen”.

 

 

El sueño en color de Robert Doisneau

 

Una de las experiencias más ignoradas sobre son Doisneau son sus fotografías en color. En 1960 gracias a un contrato con la revista “FORTUNE” viaja a los Estados Unidos. En Palm Springs (California) toma medio centenar de fotografías sobre la floreciente sociedad norteamericana, tan lejana y diferente a sus recuerdos de París. Según su hija, Francine Deroudille, Doisneau tenía la sensación de haber aterrizado en Marte. Las fotografías obtenidas constituyen un retrato sarcástico de las costumbres y estilo de vida norteamericana: campos de golf, fiestas, pieles, playa y gente ociosa que representan, en palabras de Claude Bernard en Le Figaro:

“Son una mirada un poco sorprendida, infantil y divertida sobre esta América mimada, estas mujeres envasadas en sus pieles bajo el calor del desierto”

 

 

 

El sueño americano de Robert Doisneau es en color, o mejor dicho, en esos tonos pastel del desierto californiano que muchas veces ni parecen verdaderos colores. El célebre fotógrafo de El beso, el hombre que fijó con su cámara el retrato romántico de un París en eterno blanco y negro, convirtió su serie Palm springs en un viaje insólito en el que su mirada (melancólica y amable en casa) se tornó irónica y afilada en el extranjero. La exposición Robert Doisneau. From craft to art. Palm springs, 1960—cuya última parada está siendo en el Centro de Arte de Campredon de Francia— recoge este trabajo menos popular del y lo incluye en un recorrido que también cuenta con un centenar de fotografías en blanco y negro (la mayoría poco difundidas) y documentación personal facilitada por sus dos hijas.

 

 

“Al final de su vida mi padre decía que si hubiera tenido la posibilidad de volver a hacerlo todo, lo hubiese hecho en color”, afirma Francine Déroudille, quien junto a su hermana Anette trabaja desde hace años en la divulgación e investigación del legado fotográfico de su padre. “Supongo que lo decía en broma, pero aun así, creo que su imagen del fotógrafo del blanco y negro está lejos de la realidad. Si trabajó en ese formato fue principalmente por razones prácticas. La fotografía en color era carísima y además, no se conocía bien su longevidad. Curiosamente, hoy tenemos que proceder a la restauración de las diapositivas cada vez que queremos utilizar una imagen suya en color, así que en el fondo sus preocupaciones estaban más que justificadas”.

 

 

Doisneau trabajó en color solo por encargo. El de Palm springs llegó desde la revista Fortune. “Ciertamente nos encontramos bastante lejos del tipo de fotografías que le dieron fama”, afirma su hija. Ella y su hermana reivindican no solo el color en el trabajo de su padre, sino también la parte de la producción en blanco y negro que fue eclipsada por el apabullante éxito de sus imágenes icónicas.

 

Del alegre París nocturno del Doisneau más popular al París embarrado y canalla del Doisneau más oculto, el que muestra la realidad de la ocupación y de la inmediata posguerra. Un caballo blanco abatido en una calle de París en 1942, vagabundos sin ninguna sonrisa amable en su rostro, prostitutas ajadas a principios de los hambrientos años cincuenta, parejas esperpénticas abrazadas por esas mismas fechas, mujeres vestidas de negro refugiadas en el metro en 1944… “La mayor parte de estas fotos no se han visto antes, son algo más oscuras de lo habitual en su trabajo”, admite Francine Déroudille. “Su expresión, su retórica fotográfica, siempre tuvo mucho de melancólico y aunque las escenas que fotografió no eran especialmente felices, también creo que supo sacar algo nuevo, mostrarnos algo diferente, de estas escenas tan negras”.

 

   

 

Pero según su hija, el verdadero campo de acción del fotógrafo fue su propia familia. “Robert Delpire [célebre editor de Cartier-Bresson, Brassaï, Lartigue y el propio Doisneau, y uno de los grandes impulsores de la fotografía en Francia] dice que mi padre era el etnólogo de su propio entorno, nuestra pequeña familia fue su auténtico tema de estudio. Al ver esas fotos familiares, yo me observo a mí misma con gran distancia, y me alegro, de otra manera estaría rota emocionalmente. Cuando las veo apenas tengo la sensación de que soy yo. Solo se trata de la niña que he sido en algún momento de mi vida. La cámara era la prolongación de la mano de mi padre. Se nos olvidaba totalmente porque siempre estaba allí con él. A veces era un poco molesto pero, en general, convivíamos de forma inteligente con una máquina que era un miembro más de la familia”.

 

Después de años de trabajo, la hija se atreve a elegir entre centenares una sola fotografía. Está en el centro de esta página y se titula La corte de los artesanos. Su puesta en escena y personajes resultan extraños, ninguno mira en la misma dirección, nada parece indicar qué hacen ahí en ese preciso instante. “Es muy misteriosa. ¿Qué espera toda esa gente? ¿Por qué miran todos en distintas direcciones? Es una imagen que podría ser el principio de una película o de una novela. Nadie puede contarla ni analizarla, escapa a las clasificaciones y categorías, y acabamos diciendo que son poéticas porque no sabemos muy bien qué decir de ellas. Es pura fotografía”.

 

 

A la postre, Doisneau un hombre tímido, un hombre bueno nos regaló con un legado sublime. Su tacto, sensibilidad y amabilidad con la que presenta a sus personajes, trasciende sus fotografías. Su timidez le conducía a tratar a sus “objetivos” con suma delicadeza hasta el punto de que llegaba a regalarles una copia de sus fotografías.

 

Con el tiempo, los cambios en París le entristecieron llegando a afirmar con cierta nostalgia: “Hay una enorme agresividad, la gente no coopera en absoluto y el aspecto de los barrios es muy distinto. Nadie tiene tiempo. La gente ha perdido la frescura. Cada vez es más difícil hacer fotografías en la calle. La gente te demanda si se reconoce en la fotografía. Vamos a tener que utilizar extras”.

 

   

 

 

Historia de una fotografía:

 

El Beso:


 

El beso de Robert Doisneau es la historia con la que todo el mundo ha soñado, con la que todos los que se han enamorado se han sentido identificados. Representa el amor como todos lo hemos imaginado. Dos enamorados besándose en París. Pero al parecer no es real, fue un momento planificado. ¿Realmente importa?

 

La fotografía El beso del ayuntamiento de Robert Doisneau fue parte de un encargo de la revista Life Magazine. Querían mostrar el París del amor después de la Guerra Mundial, la típica imagen postalera de una ciudad que podría ostentar cualquier título. La agencia Rapho contrató a Robert Doisneau, gran conocedor de la ciudad, con una premisa: el trabajo corría prisa y no podía perderse el tiempo.

 

No quedó más remedio que contratar a actores o figurantes que pasearan por la ciudad de la luz dándose besos. Hizo muchas fotos, desde distintos puntos de vista, en sitios distintos, y la famosa que todos conocemos. Al final, en la revista sólo publicaron seis. Y una de las fotografías más icónicas del s.XX aparece en la esquina superior izquierda de la página derecha, en un lugar insignificante. Los editores de entonces fueron incapaces de verla (este es uno de los motivos por el que recomiendo no tirar nunca las fotos, y dejarlas madurar como el buen vino. Un día alguna lucirá por encima de todas las demás).

 

La historia se quedó ahí, un reportaje que llamó la atención, le dio una fama efímera al fotógrafo y poco más. Pero la figura de Robert Doisneau renació gracias a la revisión de su trabajo en los ochenta. Y en 1986, un editor con un ojo inusual decidió hacer un cartel con ella. La publica en formato apaisado, mutilando el formato 6x6 cm del negativo original. Es un éxito instantáneo.

 

Y empezaron los problemas. Al principio empezaron a reconocerse los viandantes y estaban orgullosos de formar parte de tan bella estampa, pero pronto muchas parejas creyeron ser los enamorados en París. Y algunos vieron la posibilidad de sacar dinero... Al final una pareja llevó a juicio a Doisneau, ya mayor. Y tuvo que confesar lo inconfesable para un fotógrafo que era reconocido como el cazador de anécdotas, un auténtico fotógrafo callejero: todo fue un montaje. Como dice su hija: “Estos asuntos arruinaron el último año de mi padre. Al final, no le tenía ningún aprecio a la foto”.

 

Pero la imagen no pierde ningún valor. De hecho, en cualquier esquina de París puedes encontrar algo relacionado con ella. La gente sigue admirando este beso como símbolo del amor. ¿Por qué? La escena muestra a una pareja frente al ayuntamiento de París dándose un beso apasionado, mientras la gente pasa alrededor sin darse cuenta, con prisas o totalmente ausentes (como el señor de la boina que resultó ser un abogado de Montreal). Sólo la señora que aparece detrás de los jóvenes delata al fotógrafo con su mirada. La elegante pose de los enamorados parece ajena a todo lo que no sea el amor, están en el centro. Sobre ellos gira toda la composición, toda la ordenación de los elementos. Son los años cincuenta y ellos son la esperanza de la posguerra, del París liberado que empieza a recuperarse.

 

Es curioso, pero más que los típicos franceses parecen dos jóvenes norteamericanos. Europa se está levantando gracias al plan Marshall, y la fotografía es para una revista de los Estados Unidos...

El mismo Robert Doisneau tenía estas palabras para la foto que le ha permitido pasar a la historia: “Es superficial, comercial, una image pute”.

 

Quizás es una foto preparada, una foto que muestra una idealización más que una realidad, pero lo único que estaba acordado era que tenían que besarse, y sólo estaban contratados ellos dos. El ojo del fotógrafo fue capaz de disparar en el momento que todo pasa: el hombro del primer plano, el señor ausente, la señora que mira, el chico que corre, los coches que avanzan, el señor con sombrero que se va y los dos que se besan en una espiral con París al fondo. Todo en menos de un segundo de eternidad.

 

Años después se supo que la pareja estaba formada por los estudiantes de arte dramático, Françoise Bornet y Jacques Carteaud de los Cursos Simon. El artista que les haría anónimamente famosos les descubrió en un café parisiense y ambos aceptaron posar delante de su objetivo dándose un apasionado beso en mitad del tumulto de la ciudad. La foto se convirtió en un icono reconocido en todo el planeta. El trabajo recorría toda Francia y Estados Unidos con gran éxito, y le abriría las puertas en el extranjero. En 1951 expone en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Es un beso que simbolizó una multitud de cosas: el amor, París como ciudad romántica y representó una época de exaltación del sentimiento. También se convirtió en objeto que aportó jugosas ganancias: aún hoy el famoso beso vende cientos de miles de copias anuales. (…)

En 1993, “El Beso” fue llevado a juicio. Una pareja afirmaba haberse reconocido en la imagen y reclamaban su porción del pastel. Por aquel entonces, empezaron a aparecer mujeres y hombres asegurando ser los amantes de la obra y planteando demandas de derecho de imagen, aquella mentira que hacía creer que era una instantánea improvisada no pudo mantenerse. El fotógrafo ganó el juicio al presentar como prueba la serie completa de fotos tomadas en distintos puntos de París con la misma pareja. La había encontrado en un café cerca de la escuela de teatro y les había propuesto posar para la foto. Françoise Bornet, la protagonista real de la foto junto a su novio de entonces, Jacques Carteraud, decidió descubrir su secreto: quería un porcentaje de las ganancias. Otra vez Doisneau ganó en los estrados: pudo probar que había pagado el trabajo de Bornet y su compañero. La pareja vendió la copia de su foto que le regaló Doisneau a un coleccionista suizo que pagó por ella 155.000€ en 1992. Más tarde, reconocería el propio autor: “No es una foto fea, pero se nota que es fruto de una puesta en escena, que se besan para mi cámara.”

La imagen permaneció archivada un periodo bastante largo de tiempo en la agencia donde Robert trabajaba. Más tarde al ser publicada la fotografía proyectó una imagen del París romántico que todos querían visitar. Del cartel de El beso se han vendido más de 500.000 ejemplares en todo el mundo, llegando incluso a ser la imagen elegida como estampa de la campaña para los candidatura de París a los juegos olímpicos de 2012.

La serie se expondría con gran éxito en Francia y Estados Unidos, hasta su exhibición en el MOMA en 1951.

 

Doisneau declaró en una entrevista en 1992 que:

 

"Jamás me habría atrevido a fotografiar a una pareja así en la calle. Amantes besándose en público, raramente tienen una relación legítima”

 

 

En el café:

 

 

Un día, en un pequeño café de la rue de Seine, donde suele reunirse con algunos amigos, distingue a una muchacha encantadora que está bebiendo un vaso de vino en la barra junto a un señor de cierta edad que la mira con una sonrisa a la vez divertida y golosa. Doisneau les pide permiso para fotografiarlos. Aceptan. La foto aparece en la revista Le Point, en un número dedicado a las tascas, ilustrado por las fotografías de Doisneau. Entrega esta foto, entre otras, a su agencia. Cuando los periódicos necesitan imágenes para ilustrar un artículo, se dirigen a las agencias. Poco después, esa foto aparece en un modesto periódico, editado por la liga contra el alcoholismo para ilustrar un artículo sobre la acción malsana de las bebidas alcohólicas. El señor, que es profesor de dibujo, se disgusta: Me van a tomar por un borracho, se queja al fotógrafo que le manifiesta su pesar, diciéndole que no puede controlar el uso que se hace de sus fotos. Pero la situación empeora cuando la misma foto aparece en una revista de escándalos. El texto que ahora acompaña esa foto dice: Prostitución en los Champs-Elysées. Esta vez el profesor de dibujo reacciona furibundo e intenta un proceso contra la revista, la agencia y el fotógrafo. El tribunal condena a la revista a pagar una fuerte suma por fraude. También condena a la agencia que sin embargo no había entregado la foto. El fotógrafo sale absuelto. El tribunal se limita a considerarle un artista irresponsable.

 

 

Citas de Robert Doisneau

 

   “Con gran sorpresa, la tercera edad acaba de caer sobre mis hombros. En este momento de la vida, donde la memoria globaliza los recuerdos, surgen con precisión los detalles cotidianos de los comienzos en la profesión. Mis jóvenes colegas no pueden imaginar con qué menosprecio eran considerados los que declaraban dedicarse a la Fotografía. Hacía falta para ser tolerado en este medio artístico proponer falsos grabados o símiles-pasteles. El uniforme mismo debía facilitar el ser admitido en el cenáculo. Yo jamás llevé sombrero de ala ancha ni chaqueta de terciopelo. Mi descuidada barba me hacía parecer un joven bárbaro sin educación y teorías. Yo tenía -con los ojos nuevos- una visión aguda sobre las personas y su escenografía. Deseaba compartir esta alegría natural con otros cómplices porque los decadentes refinados me tenían alejado. En este entorno banal que era el mío recibía fragmentos de tiempo en los que lo cotidiano parecía liberado de la gravedad. Mostrar estos momentos podía ocupar toda una vida”.

 

    “Hoy, algunos tratan de provocarme mala conciencia calificándome de depredador. Es cierto, lo reconozco, me apoderé ligeramente de los tesoros que algunos de mis contemporáneos contenían inconscientemente, lo que facilitaba mi actividad; después todo resultó diferente: la lectura de las imágenes ya no estaba reservada a un grupo de iniciados. El sentido de las metáforas visuales era compartido por más gente. Yo me regocijaba en todos esos granos germinados en la casualidad de los días y que quizá florecían en el corazón de nuevos amigos”.

 

 

 

 

 

 

 

 

     

         

 

Fuentes:

 

http://www.tucamon.es/archives/0000/1650/11_Doisneau_v2.pdf

http://sindromecoleccionista.blogspot.com.es/2010/12/robert-doisneau-el-fotografo-de-las.html

http://www.abc.es/20121029/cultura/abci-robert-doisneau-fotografia-201210261828.html

http://cultura.elpais.com/cultura/2014/01/19/actualidad/1390155330_149331.html

http://altfoto.com/2013/02/fotografias-famosas-el-beso-de-robert-doisneau

http://sientateyobserva.com/tag/robert-doisneau/

 

Para saber más:

http://www.robert-doisneau.com/fr/robert-doisneau/

 

Vídeos:

https://www.youtube.com/watch?v=HwNd5xC7spQ

https://www.youtube.com/watch?v=kowj49BOfTg

https://www.youtube.com/watch?v=AwRhsyATRpI

 

Vuelta a la discusión de la última sesión. ¿Desmerece la toma el hecho de que fuera preparada? A los que les emocionó cuando la vieron y ahora saben que no era espontanea ¿les cambia su sentimiento?

Buen trabajo de recopilación. Como siempre.

Un saludo.